viernes, 5 de noviembre de 2010

Lo que puede hacer la municipalidad en manos del pueblo inteligente

[Digitalización: Archivo de Historia Social. Chile, noviembre, 2010. Fuente: El Pensamiento de Luis Emilio Recabarren, Tomo II, págs. 425-463. Editorial Austral. Santiago de Chile, diciembre 1971]

Luis Emilio Recabarren Serrano
LO QUE PUEDE HACER LA MUNICIPALIDAD EN MANOS DEL PUEBLO INTELIGENTE
(Publicado en B. Aires en septiembre de 1917)
Lector y lectora:
¿Tiene usted algún interés en que se haga una bue­na administración municipal? ¿Ganará algo con ello? Antes de darse la respuesta, lea cuidadosamente las pocas páginas que siguen y después resuelva su modo de pensar al respecto.
Ventajas eficaces que a las mujeres, a los niños, a los trabajadores y empleados del campo o la ciu­dad y vecindario en general reportará una buena mu­nicipalidad.

BUENA MUNICIPALIDAD
Una buena municipalidad se ocupará efectivamen­te de tomar medidas eficaces para la higiene: en la habitación, en la alimentación y en el trabajo, me­didas todas que beneficiarán a la mujer y a la madre cuando cría y cuida el desarrollo de sus hijos evitán­dole la desgracia de persistentes enfermedades o muertes originadas por la falta de higiene en habita­ciones y alimentos. Más adelante se detalla el pro­cedimiento que emplearía una buena municipalidad para producir esos beneficios. Piensen las mujeres el valor que tendrá para ellas y sus hijos el que haya una buena municipalidad que cumpla su misión de salubridad pública. Y después de pensar resuelvan cooperar a la propaganda para una buena e inteli­gente elección.
Y si la mujer y sus hijos pueden recibir tan apreciables beneficios, derivados de un cuidado munici­pal preferente para cuidar la salud pública, es natu­ral que todo el resto de la población ha de compar­tir de esos beneficios.
Como los lectores habrán de leer hasta el final es­te breve folletito, y verán allí cómo no es una cosa difícil hacer una buena administración municipal, ahora llamaré la atención sobre el personal que debe componer la municipalidad.
¿Qué labor benéfica para la población han hecho las municipalidades anteriores?
Estamos seguros que la totalidad de la población honesta que sabe pensar, responderá francamente con un: ¡ninguna!
Pues bien, si así es la cosa: ¿qué corresponde ha­cer? ¿elegir gente de la misma clase y de los mismos partidos que han compuesto las municipalidades an­teriores hasta el presente, o elegir gente nueva, ho­nesta, digna, interesada en el bien público?
El camino está claro: Sólo la clase trabajadora or­ganizada en el Partido Socialista podrá afrontar la responsabilidad de hacer una buena administración municipal. Sólo los proletarios saben lo que es vivir en conventillos, inquilinatos o barrios inmundos, per­petuamente encharcados y hediondos; sólo ellos sa­ben lo que es alimentarse al capricho de almacene­ros y vendedores sin pudor; por eso, y por todas las razones que se explican más adelante, el pueblo de la capital argentina y de todas las comunas, debe de­cidir, sin vacilar, de su futura suerte:
Si vota la lista Socialista tendrá la esperanza de ver una nueva acción en pro de su mejoramiento.
Si vota las listas burguesas, verá repetirse la labor inútil del pasado, pero devoradora de un enorme presupuesto.

I
CONCEPTO DE LO QUE DEBE SER LA MUNICIPALIDAD  Y LA VIDA CIUDADANA
Cuando cada persona se dé cuenta de la útil labor que puede desempeñar una muni­cipalidad administrada con honradez o in­teligencia, entonces se interesará decidida­mente en la perfección de esta institución.
Entendemos por "Municipio" el vecindario o fa­milias que viven aglomeradas en poblaciones y que necesitan de una cantidad de servicios comunes, que no es posible adquirir en particular sino muy costo­samente.
Por "Municipalidad" entendemos que sea una co­misión emanada por voluntad del mismo vecindario, para atender a sus servicios comunes.
El proletariado: obreros y clases medias, que son la mayoría de todo el Municipio, necesita la Munici­palidad, y de allí la importancia de tener un claro concepto de lo que ella es.
En lenguaje llano: estimo que "la municipalidad" es una comisión de vecinos, elegidos por "el vecinda­rio", para realizar la ejecución de actos previamen­te determinados, que faciliten el modo de vivir y de progresar a cada familia y de cada vecino en parti­cular, en cuanto resulte menos onerosa la acción co­lectiva que la individual.
(Así lo ha comprendido el Congreso cuando ha aprobado una ley municipal, que no sólo crea la mu­nicipalidad electiva en la capital argentina, sino que otorga derechos de elegir un gran número de extran­jeros, como ser: los que paguen patentes superiores de 50 pesos al año y los casados con mujer argentina o que tengan hijos argentinos y que paguen 200 pesos al año de alquiler dentro del territorio munici­pal).
Nos encontramos, pues, con la existencia de dos entidades: "el vecindario" (habitantes de la ciudad aldea, campos, etc.) y la "comisión de vecinos" (miembros de la municipalidad), cuyas funciones estimamos diferentes, a saber:
Las funciones de la municipalidad son "ejecuti­vas" en cuanto a la realización del programa, o mo­do de apreciar la aplicación y cumplimiento de la ley orgánica de municipalidades, y "deliberativa" para establecer las formas de ejecutar ese programa.
Las funciones del vecindario (los ciudadanos) son las de elegir la municipalidad y de elaborar el pro­grama general de la vida colectiva, programa exten­so, pero que puede condensarse en las siguientes con­diciones:
Medidas a realizar para conservar la ciudad (el territorio municipal) en condiciones higiénicas, tan­to las calles, plazas, como las casas.
Medidas a realizar para facilitar los medios de proporcionar instrucción, educación, experiencia, cul­tura, artes, etc., a todos cuantos quieran gozar de conocimientos, pero especialmente obligatoria para los niños y niñas menores de 15 años.
Medidas a realizar para facilitar los medios de ali­mentación sana, saludable y suficiente al vecindario del municipio.
Medidas a realizar para mantener y fomentar la tranquilidad y fraternidad del vecindario.
Medidas a realizar para fomentar la comodidad, el ornato, la luz, los paseos y recreos de la población.
Medidas a realizar para perfeccionar el desarrollo de la natalidad y crianza de los niños.
Medidas a tomar para proveer lo relativo al abas­tecimiento de todo lo necesario a la vida de los habi­tantes del municipio.
Medidas para impedir el malestar y daños a los habitantes.
Medidas para proveer los recursos y medios con los cuales la municipalidad debe ejecutar los deseos y necesidades del vecindario.
Dentro de los conceptos que se acaban de exponer cabe el desarrollo de un ilimitado programa de vida, de progreso, de perfeccionamiento para todos los pueblos.
Estos mismos conceptos nos demuestran que en cada ciudad, como en cada aldea aparece como in­dispensable la realización de ese programa, cuya du­ración será necesaria mientras exista la vida. La realización de ese programa, tan útil y tan indispen­sable, obliga al desenvolvimiento de las "dos activi­dades" antes indicadas: la actividad, sobre todo in­telectual, de los habitantes todos de cada municipio; y la actividad de la municipalidad, encargada de rea­lizar los deseos de progreso y de bienestar de los ha­bitantes.
Por eso, para obtener una buena municipalidad debe ser elegida inteligentemente por la masa ciu­dadana, con un claro concepto de su acción, y ayu­dada a elegir por las mujeres y los no electores que viven en el municipio y que tienen intereses de sa­lud y de bienestar que defender.
Posiblemente, se objetará de muy amplios estos conceptos, pero el hecho es que muchas leyes muni­cipales dejan entrever todo ese hermoso conjunto de vida ciudadana y municipal, pero que: tradición, prejuicios e ignorancia, han ido restringiendo en la aplicación de esas leyes el desarrollo de tales pensa­mientos. Sin embargo, los socialistas tenemos el de­ber en el presente momento de señalar detallada y juiciosamente las ventajas que al desarrollo de la vi­da colectiva y de la vida individual ha de traer el desarrollo de la vida municipal, que, como queda di­cho, ha de desarrollarse y existir mientras exista la vida humana.
No nos importe, por el momento, que la burguesía tenga otras prácticas y otros conceptos sobre la fun­ción municipal y la función del vecindario.
No nos hagamos pesimistas o indiferentes con nuestros intereses y bienestar, cuando "algunos", a pretexto de que las clases burguesas han corrompido el municipio, incitan a las gentes que no piensan a que vean en el municipio una mala institución, in­aceptable y detestable.
Si el municipio es malo hoy, no es culpa de quienes lo componen. Es culpa de los que toleran el mal fun­cionamiento, siendo como son mayorías competentes para no tolerar aquello, cuando perjudica su bienes­tar.
Si analizamos serenamente las necesidades de la vi­da colectiva, nos convenceremos de que la institución del municipio es indispensable para el desenvolvi­miento de la vida social de cada pueblo.
Podremos abolir muchas costumbres que, como el régimen de la propiedad privada y del salario, pro­ducen daños inmensos; pero lo que concebimos como régimen municipal no es 'posible, pues la municipa­lidad y el municipio podemos considerarlos como instituciones naturales, necesarias e indispensables a la extensión y comodidad de la vida social y fami­liar.
Si la municipalidad no realiza hoy nuestro deseo, debemos —por los medios que la democracia nos va franqueando— trabajar porque el mecanismo muni­cipal se perfeccione desde todo punto de vista: sea en el programa que debe realizar, sea en la forma de su constitución y generación, sea en el desarrollo del concepto que debe motivarlo.
Ese es "nuestro interés" de hoy y de mañana; pe­ro no prescindir de él.
El hecho es que nosotros consideramos o concebi­mos la existencia del municipio y de la municipali­dad en las condiciones ya señaladas y que ampliare­mos más todavía.
La ley electoral vigente de casi todos los municipios comprende en sus disposiciones capitales todos los conceptos aquí vertidos, todas las medidas cita­das como posibles actos, de tal manera que estima­mos que si las municipalidades fueran compuestas por socialistas, podría realizarse sin entorpecimien­to el programa ya bosquejado, porque sabrían inter­pretar la ley de acuerdo con su verdadero espíritu y con los verdaderos intereses del municipio.
Cuando la ley vigente, por ejemplo, para la pro­vincia de Buenos Aires dice que: "La administración de los intereses y servicios locales" estarán a cargo de una municipalidad (art. 1º), establece claramen­te, a nuestro concepto, lo que afirmamos, pues "los intereses y servicios locales" de cada ciudad o pobla­ción urbana o rural, son precisamente los relaciona­dos: con la higiene y salud pública y privada; con el progreso de la instrucción, de la cultura, de la mo­ral, de los habitantes; con el progreso del ornato, comodidad y belleza de la localidad; con el cuidado para el abastecimiento de la alimentación y todos los medios de vida individual y colectiva; con la tran­quilidad y fraternidad, etc.; todo esto, que constitu­ye la esencia de los más caros y nobles intereses de la población está contemplado en la ley municipal; reforzada esta expresión, todavía en el art. 46. cuan­do dice que "corresponde al concejo deliberativo 'dic­tar' todas las disposiciones cuyo objeto sea el gobier­no y dirección de los 'intereses locales del munici­pio". Dice aún el final del artículo 47 que la munici­palidad debe "ejercer todas" las demás atribuciones y facultades inherentes a los "fines" de su institución y que no estén conferidas a otro poder por la consti­tución y leyes que la reglamentan".
Entendemos por "municipio" a todo el conjunto de habitantes de un territorio, y creemos que todos de­ben comprender lo mismo. Los intereses del "muni­cipio" son, pues, los intereses de todos sus componen­tes o habitantes.
El 80 por ciento, a lo menos, de los pobladores de cada municipio, se compone de familias e individuos que no poseen fortuna, que no tienen rentas seguras ni fijas, en una palabra, que no tienen intereses de capital o fortuna que cuidar ni defender, pero que tienen interés en vivir y cuidar y defender todos los medios de vida, repetimos: higiene y salud pública y privada; instrucción, cultura, progresos morales; alimentación sana y suficiente; tranquilidad, alegría, etc.; y entendemos que éstos son los únicos 'intereses' que se deben contemplar desde el punto de vista de la vida y acción municipal y de la municipalidad...
Los intereses mezquinos del capital (industria, co­mercio, propiedad), ni se defienden, ni atacan, ni se cuidan, ni se contemplan dentro del municipio y la municipalidad, porque entendemos que su defensa y progreso quedan librados de hecho a los propios inte­resados en ello.
La población inteligente y razonadora ha de recha­zar la argumentación burguesa de que las grandes rentas que percibe la municipalidad deben ser admi­nistradas por los contribuyentes, atribuyéndose tal papel las clases burguesas, cuando la verdad es que los contribuyentes en realidad son todos los vecinos que pagan la contribución en el sobreprecio que pa­gan en cada artículo, en la vivienda, etc.
Pues bien, siendo el pueblo, el verdadero contribu­yente, es por eso que se invita al pueblo a saber elegir una municipalidad capaz de administrar los intereses de los verdaderos contribuyentes: todos los vecinos.
Ahora bien: si "todos" los pobladores de cada terri­torio municipal nos formamos este concepto, debido en parte al desarrollo de la democracia y de los con­ceptos que van apareciendo sobre los modos de des­arrollo de la vida social, es lógico y natural, entonces, que "todos" los pobladores o habitantes participemos en la elaboración del programa (que puede diferen­ciarse según las condiciones de cada región), en la forma de aplicarlo y cumplirlo y en los medios con que debe satisfacerse.
Si, como hemos dicho antes, el municipio se com­pone de un 80 por ciento de habitantes pobres, no se concibe que éstos faculten a la minoría, al 20 por ciento restante, compuesta de gente que tiene otros intereses distintos y opuestos que dañan a la mayo­ría, para dirigir y gobernar los intereses del 80 por ciento de habitantes de cualquier territorio muni­cipal.
Cuando se argumenta que se les elige porque se les reconoce una mayor capacidad, es un error, un engaño; porque jamás ha demostrado capacidad, puesto que no hemos podido ver una verdadera, bue­na y digna administración municipal quizás en nin­guna comuna regida por burgueses.
Es muy posible aceptar que dentro de un 80 por ciento de una población ha de haber elementos com­petentes para contribuir a una buena administra­ción. En los municipios democráticos, donde han podido penetrar el proletariado socialista y las mu­jeres, es indiscutible que sus funciones se han mejo­rado con visible notoriedad y moral.
"Yo", (puede decirlo todo lector o lectora), como cualquiera, extranjero o nacional, e "individuo", no tengo los "medios" ni la "fuerza" para obtener higiene pública, comodidad local, alimentación sana, edu­cación e instrucción capaz para vivir, etc., y "yo" puedo dar ideas para que "los demás" me ayuden a realizar lo que mis fuerzas individuales no pueden dar y que en cambio beneficiarían a los demás como a mí, y "yo" (cualquiera que sea ese yo) debo tener derecho para cooperar a la designación o elección de la comisión de vecinos (municipalidad), que debe poner en práctica los medios que me faciliten la rea­lización de "mis" aspiraciones, que son los goces efec­tivos de la vida, pues sólo cuando cada individuo, hombre o mujer, de cualquier edad, realiza una aspi­ración sentida, sólo entonces recibe goce, satisfacción o placer efectivo y real. Lo demás será generalmente ficticio.
He precisado anteriormente las expresiones "todos" y "yo", porque estimo que en cada territorio muni­cipal todos sus habitantes deben tener derecho a elegir municipales, con la sola limitación de los me­nores, incapacitados por falta de experiencia para saber elegir, y de los extranjeros o transeúntes que no tengan un tiempo determinado de residencia que los habilite para calificar debidamente la constitu­ción de la municipalidad; pero en cuanto a dar opi­niones sobre el programa a realizar o para confeccio­nar dicho programa, opino que todos, hasta los me­nores, son hábiles para intervenir con sus ideas, puesto que las condiciones generales de la vida mu­nicipal son más o menos iguales para todos los mu­nicipios en que pueda dividirse la humanidad.
Por el momento no me ocuparé de la forma cómo todo el municipio debe cooperar a la formación del programa municipal, por cuanto por ahora las ac­tuales leyes le reemplazan, aunque deficiente y de­fectuosamente, para extenderme sobre las formas de su funcionamiento como es posible actualmente, con las leyes que rigen.
Concebida la municipalidad en esa forma, "como una comisión emanada del vecindario", y que tiene por miras ejecutar un plan de trabajos para el me­joramiento de las condiciones de vida y de las como­didades locales, ya establecido también en la ley de atribuciones de cada municipio, susceptible de am­pliarse según sea la agitación de la opinión pública, lo interesante en el momento presente, es poder ha­cer penetrar en la conciencia de cada habitante de cada municipio, los grandes valores sociales que sin­tetizan y significan "la municipalidad" y el "vecin­dario".
Pues cuando los habitantes se den cuenta de estos valores, será el momento en que su acción se hará sentir inteligentemente en la composición y labor de la municipalidad, y en la intervención, directa o indirecta, pero intervención, de los habitantes del mu­nicipio para su buen funcionamiento.
La falta de convencimiento a este respecto es lo que ha motivado hasta hoy la perjudicial indiferen­cia popular por los intereses del municipio.
Ahora, y cada vez que se agite este interesante asunto, es cuando todos debemos cooperar al perfec­cionamiento de los conceptos sobre el municipio, que es una forma importante e inseparable de nuestra vida colectiva.
Divulgar entre todas las poblaciones, sean ciuda­des, aldeas o campos, para que desde el anciano al niño, hombres y mujeres sin distinción, puedan con­cebir y apreciar debidamente que cada "municipali­dad" debe ser una comisión de vecinos y vecinas ele­gidos por "el vecindario" que ejecute los deseos co­lectivos de cada población; divulgar estos conceptos debe ser AHORA y SIEMPRE una de nuestras pre­ocupaciones activas.
Las leyes vigentes permiten llegar a concebir en esa amplitud los deberes y derechos de "la munici­palidad" y "del vecindario", y aunque para la mujer falte todavía conquistar el sufragio, nada impide que dé su opinión y que ayude en la propaganda.


II
LABOR EJECUTIVA Y DELIBERANTE DE LA MUNICIPALIDAD
Una mala administración municipal, producirá au­mento del malestar social de la comuna; como una buena administración producirá el aumento del bie­nestar. Si esto es cierto, toda persona bien inspirada debe cooperar a que se haga buena administración municipal.
Después de establecida la opinión que debemos te­ner respecto a la existencia del municipio y de la municipalidad, en el capítulo anterior, corresponde detallar cómo comprendemos que cada municipali­dad debe desempeñar su misión.
Hemos dicho que cada municipalidad tendrá su programa de labor y éste será tan amplio y útil co­mo sea el desarrollo intelectual de la población en que actúe.
El viejo aforismo de que cada pueblo tiene el go­bierno o administración que se merece, lo encontra­mos cada vez más exacto a la realidad. Pueblos atra­sados, ignorantes, grotescos, imprevisores, no pueden tener un gobierno o administración de sus intereses generales superior a su condición intelectual y mo­ral contemporánea.
Los habitantes más progresistas que se destacan en cada territorio municipal, concibiendo ideas su­periores para perfeccionar la marcha del municipio, que siempre empiezan siendo insignificantes mino­rías, que progresan lentamente, suelen olvidar aquel aforismo y se desentienden irreflexivamente de la realidad, lo cual los induce a "condenar" la defec­tuosa administración, sin recurrir al único recurso que corresponde: explicar a la población "lo que de­be ser" la vida ciudadana y la acción municipal ema­nada del seno de cada colectividad comunal.
Para explicar esto a la población es preciso for­marse una idea lo más perfecta posible del concepto que tengamos al respecto, y dividir nuestros pensa­mientos en dos partes:
La primera, de lo que puede hacerse "dentro del modo de interpretar" las leyes vigentes, y
La segunda, de lo que puede hacerse ampliando y mejorando estas mismas leyes, de lo que puede ha­cerse por no existir prohibición ni significar invasión de atribuciones conferidas a otros poderes.
Así no confundimos la realidad con la ilusión, ni lo que podemos practicar de inmediato con lo que puede hacerse un poco más adelante.
La población que ha vivido indiferente e ignorante de lo que puede hacer, sin grandes esfuerzos, para su propio bienestar, podrá sentirse realmente intere­sada y dispuesta a luchar en su beneficio, si somos felices en "derramar" nuestras explicaciones y si po­demos hacer que ellas "penetren", como es necesa­rio, en la mentalidad interesable de la masa.
Si es verdad que el gobierno o administración de un pueblo ha de ser "el vivo retrato" —valga la ex­presión— de lo que sea ese pueblo, nuestra esperan­za, entonces, aparece cada vez más grande, más se­gura, de que, más adelante, a medida que progrese la inteligencia de los habitantes de cada territorio municipal, ha de progresar paralelamente la inteli­gencia de la administración municipal.
¿Queremos el progreso del sistema municipal para la administración de los intereses de cada localidad?
No perdamos el tiempo en analizar lo que ayer y hoy hace la burguesía de ese sistema. Señalemos lo que "nosotros queremos" y lo que ''podemos hacer" con las actuales leyes, en materia de vida municipal.
Aun un paréntesis antes de penetrar más honda­mente en este importante asunto. No es posible pres­cindir —al menos por ahora— del régimen de la po­lítica municipal, porque es más fácil, menos traba­joso y más útil que una comisión de vecinos como debemos estimar a la municipalidad, elegida por el vecindario respectivo, es más provechoso, digo, que esta comisión se encargue: del aseo general de la ciudad o pueblo, del alumbrado, del progreso de or­nato, de los jardines, de proporcionar comodidades generales que resulten más económicas, de obras de solidaridad colectiva (hospitales, asilos, etc.), de pre­ver peligros generales, etc.
Si la municipalidad no existiera, esa labor que ella realiza tendría que hacerse por cada habitante o por cada familia en particular. Así, por ejemplo, y per­mítase la claridad o exceso de detalles, sería forzoso que cada familia o habitante se ocupara de acarrear la basura que recolecte en su casa, y en el frente de ella, de alumbrar la calle en la parte que le corres­ponde, etc. Si se argumentase que todos esos servi­cios pueden desempeñarse por empresas, para el ca­so de proveer esos servicios colectivos resulta el caso igual, con la ventaja superior de que la municipali­dad, representando la totalidad de los habitantes del municipio, reuniría el conjunto de servicios bajo un espíritu más solidario y más familiar.
Ahora bien, si consideramos eficaz señalar a la po­blación lo que "nosotros queremos" y "podemos ha­cer", dentro de las actuales leyes y su modo de in­terpretarlas en materia de labor municipal, esta ac­ción nuestra, si es intensa, extensa y permanente, bastará para que la masa ciudadana y campesina compare y compruebe entre lo que puede ser una labor municipal socialista y lo que ha sido bajo la administración burguesa. Entonces, esta experiencia operará, ayudada con nuestra gestión, siempre clara e inteligente, la determinación de las mayorías pro­letarias de todos los municipios, unas en pos de otras, por cierto, para darse la necesaria y verdadera ins­titución de la vida municipal, más indispensable cuanto más se desarrolla la cultura popular.
Hemos dicho que nuestro pensamiento sobre ac­ción municipal "debe" dividirse en dos partes, siendo la primera lo que puede hacerse "dentro del modo de interpretar" las leyes vigentes.
Bien sabemos que la burguesía ha "interpretado" siempre las leyes con una diversidad asombrosa de criterio, a su capricho, según sus "conveniencias" de cada momento. No pretendo que la imitemos en ese tren de inmoralidades. Pero sí nosotros podemos y debemos "interpretar" la ley como corresponde a los intereses morales y materiales de toda la población municipal.
En el capítulo anterior han quedado enumeradas una cuantas "medidas" que toda municipalidad pue­de realizar de acuerdo con las leyes actuales, y es útil repetir su misma fórmula, ampliándola, para que sea mejor comprendido todo su alcance, por todas las inteligencias, y agregar las disposiciones de la ley que las facultan o las insinúan.
Veamos:
"Medidas a realizar para conservar la ciudad (el territorio municipal) en condiciones higiénicas, tan­to las calles, plazas, como las casas".
Si "hoy" fatalmente hay una multitud de gente que no tiene hábitos higiénicos, por ignorancia, por pereza, por falta de tiempo, por miseria, no es posi­ble desentenderse de ello y más vale que los que con­ciben mejor las cosas suplan ese defecto y realicen fraternalmente las medidas convenientes para evitar el peligro que significa la falta de higiene en toda población.
Si la voracidad capitalista ha producido un siste­ma de habitaciones de alquiler propicias desde todo punto de vista a producir más enfermedades y epi­demias que salud, en perjuicio evidente de toda po­blación, la municipalidad está facultada y obligada a obrar en beneficio de la salud, por las siguientes dis­posiciones:  (Ley de la provincia de Bs. Aires).
Art. 47. — Inciso 9º: Intervenir en la construcción de edificios públicos y particulares, a fin de garantizar la seguridad y condiciones higiénicas que de­ben tener".
"Inciso 11. Dirigir y gobernar los hospitales muni­cipales y reglamentar los establecimientos o indus­trias clasificados de incómodos o insalubres, pudien­do ordenar su remoción".
Aparte de otras disposiciones que existen en la ley, bastan la citadas para que una municipalidad que represente los intereses de la mayoría de los habitan­tes interviniera en la construcción y reparación de los edificios "donde viven" y "donde trabajan" los obre­ros.
Bastará "interpretar" moralmente todo el alcance de esas disposiciones, para darse cuenta de lo que, conforme a ellas, pudiera hacer una representación o mayoría municipal socialista.
El inciso 10, dice: Dicta las disposiciones concer­nientes a la limpieza general del distrito".
Con esas tres disposiciones toda municipalidad puede penetrar al "interior" de las casas, de los ta­lleres o fábricas y de los establecimientos, para obli­gar las medidas de salud.
También, por el inciso 35, se obliga a la municipa­lidad a "disponer lo necesario para que en las casas de inquilinato se consulte la higiene, seguridad y co­modidad de las personas", que dejarían amplio mar­gen de labor a una municipalidad bien inspirada.
"Medidas a realizar para facilitar los medios de proporcionar instrucción, educación, experiencia, cultura, artes, etc., a todos cuantos quieran gozar de conocimientos, pero especialmente obligatorio para los niños y niñas menores de 15 años".
El artículo 17, dice: "16. Contribuir al desarrollo de la educación común en la forma que determine la ley de la materia. 17. Auxiliar a los jóvenes pobres para procurarse un arte u oficio, etc."
Cualquiera que sean las restricciones que opon­gan otras leyes, toda municipalidad podrá desarrollar independientemente una poderosa y utilísima actividad educacional instructiva y de cultura, capaz de producir un ilimitado progreso en la inteligencia de la población, que en definitiva se traduciría en una fuente productiva de goces, de felicidad y de paz so­cial absolutamente justa, lógica y moral.
"Presintamos lo que desde este punto de vista sería capaz de realizar una municipalidad socialista ema­nada de una población socialista, y comprenderemos lo que la ley actual permite realizar desde ya.
"Medidas a realizar para facilitar los medios de alimentación sana, saludable y suficiente al vecin­dario del municipio."
Cuando el art. 46 se inicia diciendo que "corres­ponde al concepto deliberativo "dictar todas" las dis­posiciones cuyo objeto sea el gobierno y dirección de los intereses locales del municipio" y vemos comple­tarse esa facultad en el art. 47, con los incisos: 12. Reglamentar el aseo y mejora de los mercados de abasto. 80. Garantizar la exactitud de las pesas y medidas. 13. Dictar las medidas convenientes para evitar el expendio y consumo de substancias que, por su condición o calidad, puedan ser nocivas a la salud. 32. Establecer corrales de abasto, etc.; cuando anali­zamos estas facultades, creemos que la municipalidad no podrá tomar mejor medida para "evitar el expen­dio y consumo de substancias posiblemente nocivas", que "establecer corrales (o grandes almacenes) de abasto", para proporcionar a la población alimenta­ción sana, abundante y barata, estableciendo la com­petencia, por medio del ensanche de la capacidad productora de los productos para el consumo, en beneficio de la población. Es decir, realizando hasta donde sea posible una municipalización de servicios locales.
"Medidas a realizar para mantener y fomentar la tranquilidad y fraternidad del vecindario."
El mejor medio para lograr este fin es indudable­mente desarrollando la cultura, pero el inciso 18 y otros disponen suprimir los lugares de escándalo y otras medidas saludables, que solamente una admi­nistración socialista pondría en práctica.
"Medidas a realizar para fomentar la comodidad, el ornato, la luz, los paseos y recreos de la población."
Como que todo esto contribuye a la salud moral y física de las poblaciones, está bien contemplado en la ley vigente, pero que las municipalidades burguesas se han desentendido siempre de llegar con estos be­neficios a los barrios obreros, dedicando toda su soli­citud para con los barrios donde predilectamente vive la burguesía. Los incisos 7, 9, 10, 20, 21, 23, 25 y otros del artículo 47, dan facultades para producir estos beneficios.
"Medidas a realizar para perfeccionar el desarrollo de la natalidad y crianza de los niños."
La ley municipal cuida que no haya crueldad con los animales pero se olvida totalmente de la necesi­dad de atender a tantos miles de madres incapaces e ignorantes que no saben ni cuidar ni conservar a sus hijos y que debe constituir una atención prefe­rente puesto que se trata de cuidar las generaciones del porvenir. Sin embargo, un municipio socialista, con las facultades generales que prevé la ley, podría preocuparse de este importante problema que no debe apartarse de nuestro pensamiento.
Sin necesidad de ampliar más toda esta relación, cualquiera podrá darse cuenta de cuánta acción be­néfica y de solidaridad social podría desarrollar una municipalidad elegida por electores capacitados e inteligentes. Con mayor razón deben comprenderlo los socialistas y los ciudadanos que quisieran ver una labor digna del objeto que ha ido motivando su ins­titución a través de la historia.
Las citas que hago son de la ley municipal de la provincia de Buenos Aires, y tomo por base la de la provincia más importante y extensa, pero bien sabien­do que todas las leyes municipales dicen más o menos lo mismo.
El programa de la labor bosquejado, realizable como se ha repetido, sin buscar autorizaciones fuera de las leyes actuales y vigentes, puede condensarse en pocas expresiones:
"Que la comisión de vecinos, elegidos por el vecin­dario, debe preocuparse inteligentemente de la salud pública y privada de su alimentación moral y material rodeándola de comodidades, de los progresos colec­tivos, porque para eso se la elige, y para que libre a la colectividad del municipio de los peligros que le crea la defectuosa organización que ha venido impe­rando como una herencia ineludible mientras sub­sista la debilidad social, que pretendemos robustecer con el desarrollo de los conceptos ya emitidos sobre la vida municipal."
He aquí los fundamentos de la acción municipal que realmente nos dan aliento para querer llevar a la práctica la realización de tan nobles ideales en beneficio común.
Los que empeñosamente luchamos dentro de la acción gremial, cooperativa, educacional y política, no olvidemos que la municipalidad constituye "un medio eficaz" de lucha, entre los demás, para la emancipación de la humanidad, para la abolición del régimen brutal de la propiedad privada y del salario y para la perfección de la organización social hu­mana. Cuantos más "medios" utilicemos más pronto nos acercaremos a la perfección que buscamos.
Procuremos no caer en períodos más o menos largos de teorización y de ilusiones, para penetrar más pron­tamente al terreno experimental, puesto que la expe­riencia es lo único que enseña con eficacia infalible. La experiencia ya verificada en algunos municipios por elementos socialistas, y conocida por muchos de nosotros, y que debe vulgarizarse más todavía, es bastante valiosa para que procuremos aprovecharnos de ella.
Las valiosas rentas que recaudan todas las muni­cipalidades, y que se arrancan a las miserias de los pobladores, deben ser invertidas en obras de utilidad general para cada comuna y su vecindario.
Hay dos maneras de invertir las rentas municipa­les:
1º Mejorando la vivienda, el pavimento, el alum­brado, los desagües y todo servicio higiénico; los hospitales y servicios médicos, las condiciones de los trabajos dé talleres y vías; atendiendo la cultura y recreo, etc., vigilando la venta de los alimentos.
2° Sosteniendo un numeroso cuerpo de empleados inútiles y caros: favoreciendo a contratistas inescru­pulosos, etc.
Esta segunda manera ha sido y es hasta la fecha la costumbre burguesa. Ahí está la historia que lo prueba.
La primera manera indicada será el programa de toda representación socialista. ¿Qué es lo que hay que escoger?
Y repetimos: las rentas que recaude la municipali­dad, las paga toda la población, cuando paga más caro: el alimento, el vestuario, la vivienda, las he­rramientas, las semillas, y todo lo que le es necesario para vivir o trabajar.


III
FRUTOS QUE PRODUCIRIA UNA BUENA ADMINISTRACION MUNICIPAL
La experiencia es la mejor consejera: Si las clases burguesas hicieron siempre mala administración municipal, será acción perju­dicial volver a confiarles los intereses co­munales.
Por lo expuesto anteriormente vemos que a pesar de la estrechez de la ley de atribuciones municipales, una municipalidad socialista tendría facilidades para hacer una gran labor benéfica para el vecindario.
Además de las facultades ya expuestas, por las cua­les las municipalidades pueden propender amplia­mente a la salud e higiene públicas, pueden desarro­llar la ilustración y la cultura, pueden influir en el abaratamiento de la vida, también pueden influir grandemente en aliviar muchas miserias, desgracias y desamparos de gentes dignas de ayuda, con medi­das de previsión y solidaridad social, que rigen ya en algunos municipios.
La realización de todas las medidas enumeradas, no terminará con los defectos de la organización so­cial, que para ello se necesita de una labor mucho más extensa, pero producirán beneficios eficaces que servirían de medios y de bases para avanzar más en nuestra vasta labor de perfeccionamiento social.
De aquí la importancia que debemos darle a la conquista de la administración municipal por el pue­blo para producir los beneficios que la ley señala y que sólo una representación auténtica del pueblo trabajador y honesto será capaz de poner en práctica.
La labor socialista tendrá muchos obstáculos en la acción legislativa, en la fiscalización de la adminis­tración pública, en la acción gremial y cooperativa, pero el campo de acción inmediatamente benéfico de la municipalidad se nos presenta con menos obstácu­los para realizar una parte de nuestro programa y con ello probar que es posible y fácil hacer mucho bien.
No ha de exigir más esfuerzos el trabajo para ob­tener una representación o una mayoría municipal socialista que para adquirir la capacidad necesaria de un gremio o de una cooperativa.
Hemos dicho que el campo de acción municipal es inmediatamente benéfico; se entiende, si una mayoría socialista e inteligente se pone a la labor.
Una de las condiciones que más bienestar produce a los pueblos es la salud. La municipalidad tiene por primordial misión y podríamos decir que el objeto de su existencia es preocuparse del "cuidado" de la salud social de todo el vecindario que le corresponde atender.
Por eso "cuidar" de la conservación y perfección de la higiene, de la limpieza en todos los rincones del municipio, proporcionando y facilitando con inteligencia los medios para ello, pues ya sabemos que no basta "querer" ser higiénico, es preciso "te­ner" los medios y el estímulo para ello; "cuidar" que los habitantes no sean perjudicados con alimentos y bebidas nocivas, costumbres ya muy vulgarizadas, debido al régimen industrial legalizado por la socie­dad; y "cuidar" de que existan las comodidades ne­cesarias y suficientes para atender todas las enfer­medades, epidemias y otros males que aquejan a las poblaciones pobres, más por su condición miserable que por falta de preocupaciones, es uno de los gran­des deberes de toda municipalidad.
Estas tres condiciones señaladas, son del resorte preferente de toda municipalidad, y si a ello se de­dica con verdadera conciencia el personal que la com­ponga, no es exagerado ni ilusorio afirmar que ello produciría beneficios inmediatos dignos de aprecio.
Y, entre otros, este es uno de los beneficios que buscamos, pues un pueblo con salud, aun agobiado por las exigencias del régimen actual, tendría fuer­zas competentes para aumentar en mayor grado las conquistas diarias que obtenga, guiado por el objetivo de perfeccionar la organización industrial a fin de terminar con las causas que producen el malestar.
No es, pues, a nuestro juicio, de importancia se­cundaria la función de la municipalidad en cuanto se refiere al cuidado de la salud y de la limpieza co­lectiva de toda una población, que no podría en las condiciones presentes, suplir la labor municipal por otros procedimientos.
Esto es, pues, programa, cuya ejecución inmediata produce también beneficios inmediatos. No hay mis­tificación, no hay ilusiones en ello.
He aquí las razones porque insistimos en la nece­sidad de que las poblaciones municipales "se den cuenta" del valor de este "medio": la municipalidad; que debe realizar tan hermosas y prácticas empresas de productos inmediatamente benéficos para las fa­milias que constituyen las poblaciones de cada mu­nicipio.
Esto en cuanto a salud simplemente se refiere, y bien sabemos que la salud es portadora de buenas disposiciones de ánimo para emprender las empresas que se quiera.
Ahora recordemos que en el orden moral e intelec­tual, la municipalidad puede desarrollar una multi­tud de "medios" destinados a perfeccionar la cultura y la capacidad de todas las familias del vecindario. Y quien se dé cuenta de lo que significa el perfeccio­namiento de la cultura, bien comprenderá que este progreso significa efectiva y eficazmente dos progre­sos inmediatos:
Disminución de la delincuencia, lo que aumenta la felicidad y la tranquilidad sociales y disminuye los gastos y atenciones que la delincuencia exige;
Aumento de la fraternidad social y desarrollo del concepto de solidaridad colectiva que capacitaría a las poblaciones para emprender obras de perfeccionamiento social y de economía doméstica de benefi­cios inmediatos e incalculables.
Hemos dicho y lo repetimos: que todos estos pro­gresos y beneficios los puede hacer toda municipali­dad tan sólo "inspirándose" en el texto de las leyes vigentes, sin tomar en cuenta que, en la digna y ati­nada "interpretación" de esas mismas leyes, se puede todavía ampliar en mucho más las proyecciones de la labor de una municipalidad conscientemente ins­pirada en el verdadero y alto objetivo de su misión.
Quienes lean, quienes juzguen e interpreten, quie­nes sepan calificar el espíritu y proyecciones de las presentes leyes referentes a organización de munici­palidades, tendrán que llegar a las conclusiones aquí afirmadas, y por ello "sentir" más interés para que todas las familias que constituyen cada municipio, al darse cuenta de lo que "vale" la municipalidad como "medio de labor" en beneficio de toda la población, sepan tomar una actitud inteligente para saber "uti­lizar" las funciones municipales como un instrumen­to de prosperidad, de felicidad, de salud, de sabiduría, de fraternidad y de paz doméstica para las familias de todo municipio.
Hay además otro factor importante, que no debié­ramos olvidar por un solo momento los socialistas; y es esto: La "perfección de la labor municipal y sus buenos resultados significan de hecho el ensanche o extensión de su labor y atribuciones, ampliándose así la esfera de los beneficios, lo cual implicaría la "descentralización" de muchas funciones acumula­das hoy en manos de un gobierno nacional, que re­sultan defectuosas; y a la vez ello revelaría, y esto es lo más interesante, el progreso de la capacidad admi­nistrativa, educacional y "previsora" del pueblo, sin­tetizado en su representación municipal.
Nadie podrá desconocer la importancia de esta afir­mación y de esta esperanza. Pues, ello significaría disminuir el poder opresor de las oligarquías gober­nantes.
Cuando los socialistas aspiramos a disminuir la fuerza de los poderes centralizados porque ello pro­duce la tiranía y la corrupción, y también derroches y pésimos servicios; debemos poner nuestros ojos, nuestra ambición y nuestras esperanzas en una bue­na labor municipal.
La municipalidad NO ES UN PODER NI UNA AU­TORIDAD, es simplemente una comisión, pero elegi­da por los vecinos, para administrar y facilitar los servicios generales de cada pueblo.
Cuando los socialistas estamos convencidos de que todas las desgracias que afligen a la humanidad son producto inevitable de su mala organización social, nuestro deber es convencernos cada vez más de que "sólo" la progresiva "capacidad" del pueblo será efectivamente el arma más formidable que ha de producir la "reorganización de la sociedad humana" sobre las bases de la propiedad colectiva, y la "ca­pacidad progresiva" del pueblo no se adquiere en períodos de "eterna teorización" ni de "ejercicios huelguísticos", sino que esa capacitación debe ad­quirirse y demostrarse en la "práctica" de la vida orgánica gremial, cooperativa, política, educacional, legislativa y municipal.
Cuando las poblaciones, las familias aglomeradas en cada municipio, aparte de la labor que en otros terrenos verifiquen, desarrollen amplia labor muni­cipal, se habrán colocado en el camino que conduce a la perfección progresiva de sus medios de vida.
Es fácil ver, entonces, que mientras más profun­dicemos el "valor social" de la "acción municipal", más nos penetraremos y nos convenceremos de su importancia y por ello de la necesidad de que esto sea comprendido y apreciado por todos.
Por eso mismo, y los lectores y lectoras estarán de acuerdo, no podemos ni conviene restringir el estu­dio de la acción municipal que debe desarrollarse en el futuro. Y todos, donde quiera que vivamos, sea en la ciudad o en el campo, tenemos no sólo derecho, sino necesidad de ocuparnos de este asunto.






IV
LA UTILIDAD DE LOS SERVICIOS PUBLICOS DEBEN GOZARLA QUIENES LA PRODUCEN
Si por falta de inteligencia hemos sufri­do, hoy que reconocemos nuestro error, en­mendemos el mal. Evitemos que se conti­núe explotando nuestra vida.
Aparte de todo lo que pueda comprenderse como "servicios públicos" nos referimos en este caso a los servicios públicos que, como el de alumbrado, el de tranvías y otros paga el vecindario con generosidad sin que sea convidado con las utilidades que ellos producen, podría toda municipalidad encargarse de ellos y aun crear otros.
Nos hemos acostumbrado a que estos servicios sean proporcionados por empresas que se cuidan bien de obtener los mejores beneficios para el capital inver­tido, pero que no ponen igual esmero en servir al público contribuyente, de modo que pensamos en que estos servicios y todos los que se relacionan con cada comunidad de habitantes debieran ser proveí­dos por los mismos interesados bajo la administra­ción municipal.
¿Por qué razón todo el vecindario contribuye a enriquecer a empresas de cuyas utilidades no parti­cipa en ninguna forma? El vecindario "puede dispo­ner" que el alumbrado y locomoción urbana sean servicios propios de la municipalidad, y entonces las utilidades que estos servicios producen, y que en la actualidad quedan en poder de empresas particu­lares, pasarían a ser renta y riqueza municipal para servir las mismas necesidades del vecindario.
Con este procedimiento se irían suprimiendo las contribuciones que encarecen los alimentos, facili­tando así la vida de los pobres.
No es ésta una idea original, puesto que es ya, felizmente, una práctica en algunos municipios in­gleses y de otras naciones que han comprendido sen­satamente el valor moral de los buenos servicios municipales.
No podemos desconocer que, en cuanto a la capital federal, las utilidades que perciben las empresas tranviarias y proveedoras de luz y energía eléctrica son altamente apreciables y constituirían para la municipalidad una gran renta capaz de beneficiar con ella, apreciablemente, el abaratamiento del cos­to de la vida.
La misma moral que aconseja la adopción de estas medidas, en beneficio de la totalidad de cada pobla­ción, puede y debe aplicarse para todo aquello que esté en relación con la salud y con el bienestar pú­blico.
Se reconoce que la calidad física de la raza huma­na degenera, y se estimula muchas iniciativas para facilitar el aumento de las instituciones que desa­rrollan la calidad física de los individuos. Pero nin­guna medida verdaderamente eficaz se practica pa­ra corregir el mal en donde está.
La mala alimentación del pueblo es la causa fun­damental de su degeneración, y esta mala alimen­tación se produce especialmente:
Por la mala calidad y escasez de los artículos ali­menticios de que debe proveerse la masa de cada población.
Por las defectuosas condiciones de la habitación. Por las defectuosas condiciones en que se trabaja. Por el desarrollo de los vicios.
Y mientras la población "tolera" que cualquiera tome, como medio de enriquecerse rápida y fácil­mente, la tarea de suministrar artículos destinados a la alimentación y a la vida de los pueblos; mien­tras el suministro de la alimentación sea un medio de lucro para muchos, no será fácil hacer desapare­cer el peligro del envenenamiento y degeneración pau­latina de la raza humana.
Está, entonces, en el interés propio de cada pobla­ción, o de su parte más inteligente, tomar las ini­ciativas para llevar a la práctica los hechos necesa­rios a concluir con un sistema comercial que nos daña. Estos hechos consisten en convencer a las po­blaciones de que solamente hay dos caminos para mejorar sus condiciones alimenticias y de vida: El desarrollo de la acción cooperativista y la municipa­lización del abastecimiento de las poblaciones.
Son los únicos medios que pueden responder a las necesidades y aspiraciones nobles de los pueblos mo­dernos y bien inspirados.
Si encargamos a la municipalidad que nos provea de la alimentación y demás medios de vida, obten­dremos valiosos beneficios: primero, porque mejora­remos la calidad y cantidad de los que necesitamos; después, porque el sobreprecio que pagamos y que hoy se guardan en su exclusivo beneficio todos los comerciantes, quedaría en la caja municipal, para invertirse en obras que sirvan útilmente a toda la población.
Nada de exagerado tienen estos pensamientos. No hace mucho que "La Vanguardia" publicó la noticia de que el procurador general de Nueva Gales del Sur, doctor Holl, había presentado a la consideración del Gobierno un proyecto de nacionalización de las pa­naderías en la ciudad de Sidney, basándose en la ne­cesidad de abaratar y mejorar el pan, y de que un ensayo en pequeño daba excelentes resultado. Pre­sentaba, entre otras, como pruebas ventajosas, el he­cho de que la disminución de locales y de adminis­traciones, produciría sólo en ese concepto una pal­pable disminución de gastos en beneficio del abara­tamiento del artículo.
Ahora cualquiera municipalidad compuesta de gen­tes honradas y bien inspiradas  que  se  propongan cumplir la misión que le confían las leyes, estará en condiciones de realizar medidas de evidente benefi­cio, en forma más rápida y más visible que lo que pueda realizar la acción privada.
Las nuevas fuerzas que surgen de las necesidades de los pueblos, y que debemos alimentar, son las que preparándose debidamente hoy, llevarán a la reali­dad dentro de poco tiempo tan generosos ideales.
La enorme cantidad de males que hasta hoy su­fre la humanidad "son producto" del régimen bur­gués actual, basado en la propiedad privada y en el monopolio de sus privilegios.
Pues bien: este régimen no es fácil destruirlo por la crítica y el ataque más o menos persistentes. Pero, en cambio, será fácil disminuir sus efectos desastro­sos si vamos "creando" los medios de evitar los ma­les que él produce.
El desarrollo de la "acción cooperativa" será una fuerza, no de ataque que obligue y motive la defen­sa y la lucha más o menos expuesta y brusca, sino que será el desarrollo de una fuerza "pasiva", cuya virtud consiste en que sin violencias visibles "reem­plaza" un sistema por otro, sin producir luchas pe­ligrosas. Y al lado de esta "acción cooperativa", pa­ralelas con ella, debemos realizar la acción de "penetración" de influencias socialistas en todos los municipios, conquistando representación, mayorías, e influyendo con objetivos claramente explicados.
Tanto la "acción cooperativa" como la "acción municipal socialista" significarán el esfuerzo colec­tivo hacia la conquista del mayor bien para la colec­tividad, de modo que nuestro ideal fundamentalmen­te colectivista iría afirmándose en las costumbres de una "vida ciudadana", cada vez más inteligente, que equivale a iniciar un modo de vivir socialista.
El mejor gobierno nacional, el mejor parlamento jamás podrá hacer la buena labor que corresponde a una administración comunal en manos del pueblo instruido e inteligente.
La "acción municipal" es más fácil realizarla por­que no exige aportar otro capital que "sufragio, con­ciencia y actividad reunidas", capital moral el más noble por cierto y que nos es más fácil reunir tan sólo al precio de actividades inteligentes.
Por esto, repetimos, si tomamos la municipalidad como un "medio" o como una "fuerza" para llevar a la práctica nuestros ideales de "socialización de los instrumentos de producción y de cambio", habre­mos de llegar a ver en la municipalidad una "fuerza ideal" que, funcionando combinada con la fuerza gremial, cooperativa y legislativa, apresurará el cre­cimiento y desarrollo de la nueva sociedad humana, que surge del progreso de estas "fuerzas", trayendo en sí con su labor la paz efectiva, eterna, productora fecunda de felicidades comunes.

V
EL RESUMEN DE NUESTRAS ASPIRACIONES ES EL BIENESTAR GENERAL
Si somos la mayoría, no debemos tolerar que la minoría decida de nuestra suerte. Si sabemos unirnos probaremos que somos in­teligentes, de lo contrario, quedará a la vista nuestra incapacidad.
En pocas palabras más, condensaremos si es posi­ble y si es útil lo que queda escrito:
Aun cuando capitalistas y anarquistas se ocupan de desprestigiar la acción política que se puede des­arrollar alrededor de la municipalidad, para que la despreocupación popular deje permanentemente en manos de la clase rica la administración de los intereses municipales, es conveniente ver con clari­dad si es juicioso que el pueblo se desentienda de participar en la lucha por la conquista del poder municipal.
¿La clase pobre, que forma la masa de todo vecin­dario, especialmente en los barrios apartados de los centros urbanos, tendrá un interés común en que todo el barrio disfrute de buen alumbrado, buena pavimentación y limpieza perfecta de todas las calles del barrio?
¿Será común el interés por la perfecta atención de esta clase de servicios?
Todo un vecindario de clases pobres, de los que viven de su trabajo, cualquiera que sea la condición en que se trabaje, hombres o mujeres, chicos o gran­des, nacionales o extranjeros, todos, ¿tienen o no un interés común en que haya buenos servicios de alum­brado, pavimentación y limpieza pública? Pues si nadie ha de negar la existencia evidente de ese interés, es el caso de preguntarnos, ¿quién ha de encargarse de proveer estos indispensables servicios que queremos sean en buenas condiciones? ¿Quién? Desde que existen los pueblos, hasta la fecha, se han encargado de mutuo propio de esa misión unos pocos individuos, propietarios, industriales o comerciantes de la localidad, y como que hemos visto que en "tan­tos años" jamás se han preocupado de atender debi­damente esos servicios, es el caso de pensar seria­mente, despojados de toda falsa preocupación, ¿co­rresponderá al pueblo, a la masa pobre del vecindario preocuparse de elegir la representación municipal para obtener mejores servicios públicos?
Nadie puede negar que las calles desaseadas, su­cias, llenas de aguas putrefactas y de basuras en des­composición, son productoras de infecciones, de insectos inmundos, de moscas, de mosquitos, de zancudos, todos portadores de los gérmenes de las enfermedades y epidemias que periódicamente visi­tan y azotan cruelmente los barrios pobres.
Si a la inmundicia de las calles, si a la inmundicia de talleres, fábricas, faenas, si a la inmundicia de los conventillos y de muchas casas en donde habita­mos los pobres, se agrega la falta de facilidad para el aseo, nos convenceremos que todo eso es fuente de enfermedades que aumentan las desgracias del pueblo.
Aun más todavía, la falta de higiene, que deter­mina la falta de salud, se aumenta con las defectuo­sas condiciones de trabajo de muchos talleres, fábri­cas o faenas y campos.
Todavía más, a la falta de higiene de la calle, de la habitación, del taller, se junta, se une, la mala cali­dad de gran parte de los artículos llamados alimen­ticios, muchos de los cuales se venden al pueblo en condiciones nocivas para su salud y para su vida. Estos crímenes se cometen al amparo de las actuales municipalidades cuyo deber es impedirlo.
Es el caso que el pueblo debe saber que se ha creado la función de la municipalidad "especialmente" para preocuparse de cuidar minuciosamente de la salud pública. Desde la fecha que existe la función muni­cipal sólo le hemos visto preocuparse de la salud de los pocos ricos y afortunados que haya en el barrio, sin preocuparse de la manera que corresponde de la salud de la mayoría del vecindario.
Como esto ha ocurrido ya tantos años, es el caso de convencernos de que nada bueno para la mayoría debemos esperar de las actuales municipalidades compuestas por la clase rica. Si el pueblo quiere cui­dar su salud, debe cambiar el personal de la muni­cipalidad. Es al pueblo a quien corresponde juzgar, se llame política o no, la acción municipal: le co­rresponde preocuparse de ello en cuanto afecta a la salud total del vecindario.
¿Podría cada vecino en particular preocuparse de estos servicios? Un vecino podrá tener muy limpia su habitación, pero no podrá evitar que las aguas y basuras detenidas en las calles sean criaderos de zancudos y moscas que le lleven a su habitación lim­pia los gérmenes de enfermedades.
No bastará que muchas personas sean aseadas, limpias, y procuren cuidar de su alimento; si en sus contornos reina el desaseo, y si los comerciantes ven­den sin vigilancia.
Es el caso, pues, de insistir que corresponde a todo el vecindario saber elegir un buen personal para la municipalidad. Los gobernantes de los municipios hasta la fecha han pertenecido a dos filiaciones lla­madas liberales o radicales y católicas o conservado­ras. Pero todos han salido de las clases ricas. Ya hemos visto su obra. Nula en cuanto a beneficios para el pueblo pobre. ¿Tienen hoy mejor habitación que ayer la mayoría de los pobres? ¿Cuánto le cues­ta la habitación y los elementos de vida? ¿Son hoy las condiciones de los pobres mejores que las de an­tes? Esto debemos preguntarle siempre a los oradores clericales y radicales que salen a la calle a mentirle al pueblo de que siempre se hayan preocupado de su bienestar.
Los católicos han dicho y dicen que su causa está amparada por el poder divino. Analicemos ese poder. La iglesia nos dice que dios hizo ese admirable uni­verso de la nada. Veamos serenamente si dios tuvo poder y sabiduría incomparables para hacer de la nada ese universo que provoca nuestra admiración: veremos que no es poco poder; si dios tuvo una vez ese poder, ¿cómo es que nunca hemos visto desarro­llar su poder y sabiduría para hacer que los hombres fueran inteligentes y de buenos sentimientos, y, sobre todo, que ese partido católico que tanto alarde hace de tener mucho poder aun siendo mayoría en mu­nicipios y parlamentos, cómo es, digo, que con todo ese poder, no se pueda dar al pueblo más salud, más comodidad, con más limpieza en las calles, en las habitaciones y en las faenas del trabajo? Si dios tuvo poder para hacer "de la nada" el universo, ¿cómo es que no tiene poder para que sus representantes produzcan la salud y la limpieza del pueblo?
¡Ah!, es que todo eso, trabajadores, es la más cínica de las mentiras inventadas por los ricos, por los ca­tólicos, frailes y civiles, para hacer que el pueblo espere.
Si algún ser "todopoderoso" existe, es el poder del pueblo. Sin el poder del pueblo, sin el poder de su trabajo, no habrían ciudades, ni chicas ni grandes, ni ferrocarriles, ni vapores, ni radiografía, ni trigo, ni nada, en una palabra. Si el pueblo destruyera todo cuanto su cerebro y su brazo han creado; esta­mos seguros, absolutamente, que por ninguna parte aparecería el incomparable poder de ese dios para hacer de la nada lo que el pueblo puede hacer y deshacer con su poder de trabajo.
Si no hay otro poder productor y creador más grande que el poder del pueblo pobre, como ya lo hemos visto, ¿qué esperamos? ¿Por qué retardamos darnos nuestro bienestar con nuestro propio poder obrero?
La clase rica, liberales o radicales, católicos o conservadores, hasta la fecha nos han demostrado tener un solo poder: el poder de engañarnos para explo­tarnos y tiranizarnos.
Pero, se nos dirá, ¿de qué manera puede el pueblo hacer sentir su poder y emplearlo en su beneficio?
El procedimiento es muy sencillo. Bastará al pue­blo proletario unir sus votos, unir sus sufragios a la acción socialista que surge de la masa misma del pueblo pobre, y unidos poderosamente de esta ma­nera, ya que la municipalidad se elige en votación popular y libre, expulsar de la municipalidad a los que durante tantos años nos han engañado y llevar allí a los vecinos proletarios más capaces, que cono­cen y saben mejorar las condiciones de nuestra salud y de nuestra vida.
He ahí lo que debemos hacer. De nada sirve gritar y clamar contra la mala administración municipal. Lo único útil que podemos hacer, ya que con el su­fragio tenemos un poder limitado, es cambiar el per­sonal de la municipalidad, y entonces veremos que cuando el poder de dios y de sus representantes no puede darnos salud, el poder del pueblo, unido inte­ligentemente con el sufragio y guiado por el progra­ma socialista, será capaz de producir desde la mu­nicipalidad medios de salud, ya que el famoso poder católico no ha podido realizarlo.
Examinemos serenamente si esto es la verdad o no, y si es verdad, el camino está trazado.
El pueblo, que ama tanto su juventud, debe refle­xionar que su juventud se pierde rápidamente a cau­sa de la mala alimentación, mala habitación y exceso de trabajo.
Los niños que sueñan ser grandes, que aspiran a ser hombres, deben ver desde ya que todo lo que les rodea está fatalmente preparado para matarles antes que sean jóvenes, antes que sean hombres. Por eso los niños de ambos sexos tienen desde ya su gran misión que desempeñar, fortaleciendo las fuerzas socialistas, que son las únicas fuerzas productoras de salud. El pasado y el presente son la mejor prueba. Todo lo que dirige la clase rica lleva al pueblo a una muerte prematura.
¿Quieren prolongar su juventud con salud, los jóvenes de ambos sexos? ¿Quieren asegurar su vida los niños de ambos sexos, para disfrutarla con salud? El camino está claro:
Liberales, radicales, católicos y conservadores, des­de que existen hasta la fecha no han producido medios de salud. Malos hospitales, malas materni­dades, malos asilos, aunque se llamen pomposamente obras de caridad, no producen la suficiente salud para el pueblo.
Si la municipalidad no cobrara contribuciones y patentes, etc., de seguro que el precio de los alimen­tos, de los vestuarios, de las fiestas, de la habitación serían mucho más baratos. Pero ya que se cobra tan­ta contribución, que al menos ellas sirvan para pro­porcionar bienestar al pueblo pobre. Más adelante, cuando el pueblo sepa elegir sus representantes a la municipalidad, entonces las contribuciones no gra­varán el costo de los medios de vida.
Corresponde entonces probar si una mayoría socia­lista podría dar la salud que buscamos. ¿Por qué no probarlo? ¿Qué perderíamos en esta prueba?
Si las madres pobres, cuando presumen cuidar tanto sus hijos tan amados, cuando los cubren de caricias y atenciones para cuidar su salud, si todas esas madres pobres, y las que serán madres mañana, supieran que la falta de higiene en las calles, en las casas, en las faenas, que los alimentos nocivos, todo eso junto aseguran la muerte de sus hijos; si esas madres supieran que una buena municipalidad po­dría evitar todo ese inmenso mal; y si además supie­ran que todos los partidos que ya han gobernado los municipios sólo han producido muertes prema­turas, es seguro que todas esas madres procurarían ver si robusteciendo con su opinión favorable la acción y los centros socialistas, obtendrían más salud y mejor vida para sus hijos.
Para que las madres comprendan eso, ¿qué debe­mos hacer? Llevar hasta ellas estas verdades, y pe­dirles que vengan con nosotros a nuestros centros o a la calle a apoyar esta acción y a robustecer la ca­pacidad del pueblo,
¿Le parece al pueblo que es mucho trabajo preocu­parse de cuidar su salud y la salud de los suyos, por los medios que acabamos de señalar?
Pues bien, deje las cosas como están y muera en silencio.
Pero si al contrario; si el pueblo quiere salud y quiere vivir bien, tome el camino señalado, que es el único que le conduce a su bienestar. Junten todos sus sufragios en la acción socialista y verán como no hay dios más poderoso que el pueblo inteligente y fraternalmente unido.
El más grave y el más fatal de los errores de mu­chas personas es aquel cuando con un: "qué me importa a mí", dejan hacer a los demás, creyendo que en la vida pública, creyendo que en la adminis­tración de los intereses municipales o comunales, nada les afecta. Cuando este error se disipe, cuando este error desaparezca, empezará a aumentar el bienestar social y particular de todos los habitantes de cada comuna, porque entonces cada habitante de las comunas: hombre o mujer, nacional o extranjero, mayor o menor, obrero o burgués, comprenderá que con un mejor concurso individual perfeccionará la administración de los intereses comunes, que, como el mejor aseo de toda una población; la mejor provi­sión de los artículos alimenticios; el mayor desarro­llo de la inteligencia y cultura públicas; formen la verdadera felicidad social, sólo entonces toda perso­na pondrá interés particular para la mejor adminis­tración de los intereses municipales.
Si para toda noche, por lúgubre y tormentosa que sea, hay siempre una aurora y un sol potente, capaz de disolver nubes y tinieblas, para la histórica noche del pueblo, noche de miserias y de hambre, noche de ignorancias y de dolores angustiosos, para la noche triste del pueblo, habrá también una aurora esplén­dida, iluminada por un sol invencible, cuyos rayos de luz disolverán las nubes de la ignorancia y las tinieblas del error. Ese sol es el socialismo. Sol de ciencia y de verdades. Pero sol que sólo puede ser encendido y alimentado por la voluntad, perseveran­cia e inteligencia del mismo pueblo.

AGREGADO A LA SEGUNDA EDICION
Hay además de la clase asalariada de las ciudades y de los campos que sufre las consecuencias de una mala administración municipal, otra clase que se cree más independiente, porque trabaja con una herramienta propia; ya sea esa herramienta un ban­co de carpintero; una pequeña fragua, un torno; unos cuantos tarros de pintura con sus brochas; una mesa de remendar zapatos; o bien sea esa herra­mienta un carro, un automóvil, un canasto o una jardinera con verduras, comestibles o vestuarios, etc.; ya sea esa herramienta un pedazo de tierra alquilado o propio; el hecho es que todo ese verdadero proleta­riado, equivocado al creerse libre, resulta hostilizado por una cantidad de trabas o medidas municipales que le hacen ilusorios todos sus proyectos de mejora­miento.
A ese proletariado también llamamos a cooperar a la acción de conquista de la municipalidad por los socialistas, en virtud de todas las razones ya apun­tadas.
Pues, mientras toda esa clase proletaria sea indi­ferente a su propio interés o engañada apoye a las fracciones tradicionales, es seguro, que nada bueno para sus propósitos honestos de bienestar va a alcan­zar, mientras no se resuelva a cooperar en la acción socialista a la regeneración evidente de los servicios públicos, que, como la municipalidad, están ligados al pueblo estrechamente.

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