lunes, 8 de noviembre de 2010

Sobre el poder


[Digitalización: Archivo de Historia Social. Chile, noviembre, 2010. Fuente: Recabarren. Escritos de Prensa 1898-1924, Tomo IV, págs. 193-196. Editorial Nuestra América y Terranova Editores. Santiago de Chile, 1987.]

Luis Emilio Recabarren
SOBRE EL PODER
(Selección de tres escritos de prensa a propósito del Golpe Militar de 1924)

[I]
UN JUICIO SOBRE EL MANIFIESTO DE LA JUNTA MILITAR[1]
No es culpa nuestra dudar de la buena intención de los hombres. Fuimos eternamente enga­ñados. Hemos vivido toda la vida fatigosa y cruel del trabajo con la esperanza de ver realizarse las promesas que nos hacían nuestros gobernantes.
¡Y nunca vimos cumplirse nada! Al contrario, paso a paso, hemos palpado y sufrido el empeoramiento de nuestra situación económica, política y moral.
Por eso hemos gritado en los últimos años: ¡Sólo el proletariado, con el poder político en sus manos, puede, hacer la felicidad social!
Y con esta divisa hemos luchado y seguiremos luchando.
* * *
Pero hoy estamos frente a una nueva ilusión.
La Junta Militar —el verdadero Gobierno de la República en los presentes momentos—, ha dirigido al país un Manifiesto, con fecha 11, que declaramos sin vacilar que merece nuestra amplia aprobación. Sólo que siempre surge a nuestra mente el aguijón de la duda: si nos engañaremos una vez más!
La publicación del Manifiesto —que damos en otro sitio—, aparecida en los diarios de ayer coincide con lo que hemos publicado en nuestra edición de ayer, propiciando la forma en que debe organizarse la Asamblea Constituyente.
A partir de este momento, en que la Junta Militar y nosotros coincidimos en un mismo punto inicial para la labor fundamental que ha de realizarse hacia adelante, es preciso que el proletariado organizado, estreche más sus pensamientos y se coloque en un plan de grandes actividades para marchar a poner en práctica las ideas emitidas en el Manifiesto de la Junta Militar; cuya realización sería el paso más altamente revolucionario y de mayor significación verificado en la época que atravesamos.
La Junta Militar declara que bajo el amparo de su fuerza, entregará al país la creación de su nueva Constitución, para que en el porvenir, el pueblo, viva conforme a las nuevas leyes que se, quieren dar.
Si esto va a ser verdad, ¿qué Constitución y qué leyes fundamentales y esenciales querrá darse al pueblo de Chile?
El momento actual es totalmente revolucionario, revolución serena y tranquila, como muchas veces la hemos soñado, como la entreviera Emilio Zola en "Trabajo"!
¿Quiénes van a dirigir esta revolución?
¿Quiénes lograrán dirigir las finalidades de la gran Asamblea Constituyente en perspectiva?
Si el proletariado divide sus finalidades y sus doctrinas en dogmatismos estrechos perde­remos la oportunidad de ganar esta jornada, que ganada significaría un gran pasó en el camino de la Revolución Social.
No habremos de hacernos la ilusión que de esta Asamblea Constituyente vaya a surgir una República comunista ni anarquista, pero debemos trabajar para que surjan por lo menos los elementos con que hacerla un poco más adelante.
Por lo tanto, el momento presente es el más culminante de nuestra historia. Si la Asamblea Constituyente va a ser una libre asamblea, es el proletariado quien tendrá mayoría en esa Asamblea, y si el proletariado en mayoría no sabe guiarse, será la clase capita­lista, en minoría en esa asamblea quien gane la partida.
Esta es, pues, nuestra advertencia.
Y nuestra voz de orden es: ¡Unirse y trabajar! Es decir trabajar creando y dando formas a las ideas que deben llevarse a la Asamblea Constituyente.
Una de las ideas fundamentales que deben cristalizarse en la Constituyente es la descentra­lización administrativa y legislativa. Por lo tanto, la abolición del parlamentarismo debe ser un ideal unánime.
¿Sería necesario reemplazar el parlamentarismo por otra organización? ¿Cuál sería ella y en qué forma funcionaría?
Un sistema federal se impondría.
Un sistema federal que entregue a los ciudadanos de las distintas regiones el derecho a tra­bajar por la grandeza de cada región.
Así tenemos hoy por ejemplo la región maderera, esclavizada al capricho de especuladores criminales que dañan a todos los habitantes.
Independizada esa región buscaría la manera de progresar y de servir a todos.
El trigo, el pan del pueblo, está monopolizado también por especuladores extranjeros en complicidad con los nacionales, etc.
''De creación y no de reacción, es el momento", nos dice la Junta Militar.
Ayudemos a crear. Cada Consejo Federal, cada Sección Comunista, cada grupo proletario, ¡ayude a crear!
Si no fuera sincera la Junta Militar, si factores extraños o surgidos del momento quisieran desviar la ejecución de las ideas del Manifiesto de la Junta Militar, sea el proletariado, obreros, empleados, profesores, universitarios, soldados, etc., quienes se encarguen de llevarlo a la práctica.
A ejecutar el Manifiesto de la Junta Militar debe ser nuestra acción presente y futura, cueste lo que cueste.
El Manifiesto revela una nueva generación de idealistas entre los militares de Chile. Exijamos su realización lisa y llana. No pidamos por hoy la realización de nuestros ideales, exijamos la realización de esa parte de nuestros ideales, por poco que sea, o que nos parezca contenidos en el Manifiesto de la Junta Militar.
¡A la labor y a la labor activa, todos!
Luis E. Recabarren S.

[II]
UN PRECIOSO EJEMPLO QUE SABREMOS IMITAR[2]
Los militares que acaban de adueñarse del gobierno, que han disuelto el poder legislativo, que han derrocado los poderes constituidos y que han abolido la Constitución del Estado y todas sus leyes, NOS DAN UN BUEN EJEMPLO y nos SEÑALAN EL CAMINO y los PROCE­DIMIENTOS que debemos seguir, cuando nuestras aspiraciones no se vean satisfechas ni el bienestar exista para todos.
Los militares han tomado por la fuerza el poder en sus manos, para dar a los habitantes de esta nación el bienestar que la corrupción política gobernante hasta hace poco les había quitado.
Muy bien. Todo eso merece nuestro aplauso. Y si la acción del Gobierno militar marcha a realizar su programa, ese programa, que hemos aplaudido, cooperaremos también con gusto a su realización, a su perfeccionamiento y a su estabilización.
Pero... ¿y si los militares no producen el bienestar que nos han ofrecido? ¿Si no cumplen con sus promesas? ¿Si no pueden cumplirlas? ¿Si todo lo hablado por los militares se volviera pura ilusión, pura literatura y lirismo?
Porque nosotros dudamos de que se pueda realizar todo lo que nos han prometido los mili­tares! ¡Más que eso dudamos de que se pueda realizar ni aún una mínima parte!
Sin embargo, de alojar en nuestro corazón esta duda, creada por los hechos del pasado, hemos cooperado a la labor de los militares desde sus comienzos, no poniendo ningún estorbo en sus primeros pasos y seguiremos cooperando hasta el momento en que nos desengañemos de la posibilidad de esperar del poder militar el bienestar de que nos hablan.
Bien. Lo que queda claro de todo esto es lo que siempre hemos aconsejado: Que el proleta­riado sea una fuerza capaz de tomar en sus manos el poder, de conservarlo y de crear con ella las nuevas condiciones de la vida y la nueva organización social.
Pues, si el actual gobierno militar no puede realizar los propósitos que ha anunciado, si una vez más vamos a presenciar el fracaso de todo buen propósito, ¿debemos quedarnos con los brazos cruzados? ¿debemos dejar deshacerse estas ilusiones, debemos conformamos una vez más con quedar burlados en nuestras aspiraciones?
Los militares nos han dado el ejemplo: tomar por la fuerza el poder para realizar el programa de bienestar social, que dicen quiere todo el país.
Tomar por la fuerza el poder si los militares no pueden realizar el programa que nos han ofrecido.
¡Imitar su ejemplo eso es lo que debemos hacer!
Y si la opinión pública ha disculpado primero y aplaudido después a los militares, no tendría razón alguna para condenar ni para estorbar nuestros futuros procedimientos.
Cuando la Revolución Francesa finalizaba, sin realizar el bienestar social del pueblo, se levantó la voz de Babeuff para decir: la revolución no ha terminado, ni debe terminar si no se realiza el bienestar social de la clase trabajadora. Babeuff después de estas palabras fue guillo­tinado!
Ahora nosotros en perspectiva de la Gran Asamblea Constituyente debemos prepararnos para repetir el pensamiento de Babeuff y para acompañar con la acción estas ideas en caso de que de hoy en adelante se nos vaya desviando o se nos burle en las expectativas que estamos cifrando en el presente movimiento.
Los elementos dirigentes del proletariado deben estar ya en plena actividad para participar, primero en la organización de la Asamblea Constituyente, y para estar debidamente represen­tados después, de manera de poder obtener que el mayor espíritu de justicia y de razón guíe las labores de esa Asamblea.
No olvidemos que el ejemplo dado por los militares es precioso.
Para realizar nuestro programa de justicia social, tomemos el poder en nuestras manos, si los militares no pueden realizarlo.
Luis E. Recabarren S.

[III]
SIEMPRE ANTIMILITARISTAS[3]
Hemos sido, somos y seremos siempre antimilitaristas, porque estamos convencidos que el militarismo es la afrenta de toda civilización, es la carga más inútil y más pesada que soportan los pueblos, y es la amenaza permanente a todos los derechos.
El militarismo existe sólo para defender los privilegios que la clase capitalista se otorga a sí misma y para impedir toda acción con que pretenda mejorarse la clase trabajadora.
El militarismo será siempre la fuerza opresora con que la clase capitalista explote al pueblo.
Nosotros los obreros organizados hemos tenido siempre ese concepto y ese modo de apreciar la función militarista.
Pero hoy en las circunstancias presentes están apareciendo muchos antimilitaristas de ocasión y de despecho y de conveniencia.
Todos los politiqueros arrojados del poder son ahora antimilitaristas y tratan de meterse entre los trabajadores organizados haciéndose pasar por antimilitaristas y procurando excitar los ánimos contra el gobierno militar.
Contra estos antimilitaristas improvisados y de última hora, la clase trabajadora debe estar prevenida y evitar contagiarse de ellos.
Para nosotros, los comunistas y obreros organizados, todo gobierno de las clases burguesas será defensor de los privilegios de la clase capitalista y será el tirano de la clase trabajadora. Así hoy, frente al gobierno militar, nosotros repetimos que nada bueno tiene que esperar de él la clase trabajadora y que este gobierno militar será igual que cualquier gobierno civil, por más esfuerzo que hagan los politiqueros caídos en presentarnos este gobierno como lo más malo que puede haber. Y por más esfuerzos que hagan los militares en presentarse como un elemento de progreso. Ni una ni otra cosa.
Bajo gobiernos civiles se hicieron: la masacre de Iquique, el incendio y asesinato de obreros en Magallanes, la destrucción de la Federación de Estudiantes de Santiago, la destrucción de la imprenta obrera de Iquique, el estado de sitio para Antofagasta, la matanza de obreros en San Gregorio, las masacres de Curanilahue y Lota, y tantos otros hechos que cada obrero debe recordar.
Para nosotros todos los gobiernos son y serán enemigos del pueblo. Bajo ningún gobierno burgués habrá felicidad para los pobres.
Es inútil que se nos quiera hacer creer que un gobierno militar va a ser peor o mejor, que un gobierno cualquiera de los últimos que hemos tenido: de Montt, Riesco, Sanfuentes o Alessandri.
Si los obreros deben echar abajo un gobierno, sea civil o militar debe ser para colocar al proletariado en el poder y nunca para cambiar un gobierno burgués por otro gobierno burgués porque nunca ninguno será mejor que otro.
Tengan pues cuidado los obreros de no caer en las trampas de los viejos politiqueros conver­tidos en antimilitaristas sólo mientras estén fuera del gobierno.
Este modo de apreciar los hechos presentes debe ser el tema obligado de las conversaciones, para que los obreros no sean sorprendidos por las apariencias y la causa proletaria sea perjudi­cada por el engaño habiloso o de los que perdieron el gobierno.
Luis E. Recabarren S.


[1] La Justicia, Santiago, 13/09/1924
[2] La Justicia, Santiago, 17/09/1924
[3] La Justicia, Santiago, 05/10/1924

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