[Reconocimiento(OCR): Archivo de Historia Social. Chile, noviembre, 2010.
Fuente: Folleto aparecido en Santiago en 1905. Imagen digital en formato pdf: http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0000126.pdf]
Luis Emilio Recabarren
PROCESO OFICIAL CONTRA LA SOCIEDAD MANCOMUNAL DE TOCOPILLA
(1905)
LA PERSECUCION GUBERNATIVA
PROCESO OFICIAL CONTRA LA SOCIEDAD MANCOMUNAL DE TOCOPILLA
Respuesta a la Acusación Fiscal
POR
LUIS E. RECABARREN S.
OBRERO-TIPÓGRAFO
El 25% de la utilidad se destinará a la Mancomunal de Valdivia, con el objeto de que adquiera una Imprenta para la publicación de un periódico.
SANTIAGO DE CHILE
Imprenta Mejía, de A. Poblete Garín.
CALLE DE NATANIEL, NÚM. 65
1905
[En las primeras páginas del folleto se repite la portada pero indicando los detalles de la primera edición, esto es, la ciudad de Tocopilla y el año de 1904, además se incluye la siguiente inscripción:]
El 25% de la utilidad que produzca la venta de este folleto, será destinado a la Mancomunal de Valdivia, con el objeto de que obtenga una imprenta propia para su desarrollo, i para el progreso e instrucción de sus asociados i del pueblo.
El resto se empleará en la impresión de otros folletos de propaganda educativa.
INTRODUCCION
La publicación de mi respuesta a la acusación del Promotor Fiscal, en los procesos en que deliberadamente se envolvió a la Mancomunal y al infrascrito, como director del periódico EL TRABAJO, requiere una explicación exacta de todos los hechos para formar la conciencia pública.
La sola publicación de todos los antecedentes sería una sanción que pesaría como montaña de granito sobre los conculcadores del derecho, los amordazadores de la prensa, los esbirros de la Libertad.
Pero como sería imposible llevar a nuestros lectores a través de un expediente de 850 páginas, en que campean a la par las más insulsas declaraciones, las más descabelladas notas de la autoridad y los más ilegales y torpes procedimientos de Fiscales, Jueces y Ministros, habremos de detenernos solamente a hacer un breve estudio de los más importantes documentos y de los preliminares con que se llegó a los famosos procesos que dieron lugar a tantas prisiones de obreros y a tantos crímenes de la autoridad.
He aquí la exposición verídica de los hechos y los antecedentes que dieran lugar al desenfreno de las autoridades y a la persecución de los capitalistas.
I
El 1° de Mayo de 1902 se fundó en Tocopilla la Combinación Mancomunal de Obreros, que debía servir al socorro mutuo, a la instrucción, al establecimiento de cooperativas, a la defensa, a la propaganda social por medio de la prensa, y a la protección de sus asociados en todas sus manifestaciones.
Los trabajadores en general recibieron con entusiasmo esta nueva manifestación de la cultura, este refugio del dolor y de la esperanza, esta brillante iniciativa de la sociabilidad futura, y corrieron a engrosar sus filas con la fe en el corazón y la convicción en el alma.
La burguesía la recibió con cierta aquiescencia, sin tratar de detener su paso, pero sin tratar tampoco de impulsarla, ni mucho menos de protegerla.
Se elevó por el esfuerzo exclusivo de los trabajadores, y bien pronto principió a prestar los servicios a que estaba destinada.
En Septiembre de 1903 se acordó la publicación de un periódico destinado a la propaganda y al servicio directo de la institución. En el mismo mes se adquiría la imprenta por donde debía editarse, y el 18 de Octubre EL TRABAJO hacia su aparición, en medio del entusiasmo y la febril alegría de todo el pueblo trabajador, que lo acogió como al Mesías de la redención social.
La Mancomunal tuvo entonces un impulso poderoso.
La piedra filosofal de la prosperidad humana —la Unión— se había descubierto aquí con la más halagadora verdad.
Todos los trabajadores del puerto, de las minas y de la pampa venían presurosos a mantener o consolidar con su aliento vivificador el edificio de la fraternidad social.
Ya en Enero del presente año, 3.000 voluntades se habían unido al influjo purísimo de aquellos ideales.
El periódico, en su marcha siempre ascendente, estudiaba y difundía todas las ideas capaces de concurrir al perfeccionamiento de la humanidad, y en el seno de la sociedad brotaban y se ponían en práctica proyectos hermosísimos, que debían producir los frutos exuberantes del bien, de la concordia y de la felicidad de cada uno de sus asociados.
Se socorría y atendía con esmero a los socios enfermos, se establecía una escuela taller de tipografía, se aprobó un proyecto de cooperativas de consumo, se arrendó un terreno a inmediaciones de las salitreras y se proyectaba edificarlo—como está en la actualidad, — para establecer una pulpería (almacén), donde los socios tendrían mercaderías con un 50% menos que en las oficinas (establecimientos salitreros, especie de feudos.)
De este modo los capitalistas vieron afectados sus intereses, porque veían que se les escapaba el venero que por tanto tiempo habían explotado a su sabor.
Las pulperías de las oficinas salitreras—según una memoria de la Compañía Anglo-Chillian—habían llegado a producir una utilidad superior a la misma explotación del salitre.
De aquí que la actitud de la Mancomunal fuera desde ese momento una amenaza para los capitalistas, amenaza que era indispensable hacer desaparecer.
Se fraguó entonces la persecución, y las autoridades inclinaron la cerviz ante el oro corruptor, haciendo caso omiso de la libertad de la prensa, de la libertad de asociación y de la libertad individual.
II
El 15 de Enero de 1904, el Promotor Fiscal, Francisco Basterrica, acusaba al Directorio de la Mancomunal por subversión y amenazas, basándose exclusivamente en la propaganda social y anti-militarista que venía desarrollando EL TRABAJO.
Esta acusación fue precedida del requerimiento del entonces Ministro del Interior, Arturo Besa, para que se acusara como delito común lo que la ley llama abusos de la libertad de imprenta. (El telegrama se copia en la contestación a la acusación fiscal.)
Se acompañaron también varios otros documentos curiosos y sin base legal, entre los cuales figura una nota del teniente R. Valenzuela Hurtado, dirigida al Gobernador y Comandante de Armas del departamento, y que no podemos prescindir de copiar, a fin de que nuestros compañeros se impongan de los puntos que calzan las imbéciles e ignorantes autoridades del país.
Dice así:
(Hay un timbre)—“Adjunto se servirá encontrar US. nueve ejemplares del periódico EL TRABAJO, que se edita en este puerto y que es el órgano y propiedad de la Sociedad «Combinación Mancomunal de Obreros», y por los cuales podrá ver US. que la redacción y propietarios del periódico se han hecho reos de un delito militar considerado en el art. 1.° del tít. 73 de la O. J. del Ejército.
En efecto, el citado artículo de la Ordenanza dice: «Toda persona de cualquiera especie, sexo o calidad que sea, que contribuyere a la deserción de tropa del Ejército, aconsejando o favoreciendo este delito», etc., etc., y como los ejemplares que acompaño aconsejan bien claramente al soldado a abandonar, a huir del cuartel, haciendo aparecer odiosa y ruin la vida militar, como podrá verlo US, leyendo el aviso repetido ya por dos veces y que dice: «Nada mas odioso que ser militar, así es como el hombre se convierte en verdugo y asesino de sus mismos semejantes. SOLDADOS: HUID DEL CUARTEL: es más digna la herramienta que el sable», aviso que aparece en los números 8 y 9. El mismo núm. 8 dice: «La sacristía, la bolsa y el CUARTEL son tres centros de CORRUPCION.»
También puede ver US. la composición en verso titulada «Al soldado», que aparece en el núm. 4, y en la que se compara la vida y la exactitud militar al acudir al golpe del tambor, con la vida y la exactitud de la mula que acude al son del cencerro!
Pero, aún más; en un artículo firmado por Luis E. Recabarren S., que aparece en el núm. 4, la propaganda es más descarada. Las frases que copio no dejan lugar a duda de que el autor del artículo «Nuestro peor enemigo» por una parte y la redacción por otra, por su artículo de fondo titulado ABUSOS EN CHAÑARAL, se han hecho reos del delito que denuncio.
Del primer artículo copio lo siguiente: «Trabajaremos incansablemente por que se acaben los soldados, y a los que se queden aconsejémosles, ya que son ellos de nuestra misma clase, que no disparen ni descarguen sus armas contra nosotros.
Roguémosles que no obedezcan cuando les manden cargar contra nosotros, porque ellos han sido y serán trabajadores como nosotros.
Así, pues, seamos amigos de los soldados, para rogarles que ABANDONEN ese INFAME SERVICIO».
Del segundo artículo mencionado copio lo que sigue: «Las autoridades, soberbias porque hoy disponen de un ejército que NUESTRA PROPAGANDA ha de DESARMAR, y de una escuadra que el océano ha de encargarse de abrigar en sus profundidades, no meditan sus pasos, ni piensan que pronto llegará un día en que nosotros sabremos poner fin a los abusos de que hoy somos víctimas».
En el número 6 del mismo periódico hay un párrafo que dice: «Todos unidos vamos en contra de esas leyes, muy especialmente la del servicio militar obligatorio. Es un CRIMEN el que comete un trabajador contra su misma familia cuando cumple la ley del servicio militar obligatorio.»
Creo dejar duramente establecido que la Redacción y propietarios del mencionado periódico se han hecho reos de un delito militar aconsejando la deserción en la forma que la establece el art. 1.° del tít. 73 de nuestra Ordenanza: delito que, como US. sabe, se halla sometido a la jurisdicción de los tribunales militares, en conformidad a lo dispuesto por el art. 5.º inciso 4º de la ley de 15 de Octubre de 1875.
Y como he visto circular entre la tropa de mi mando, clandestinamente, este periódico, y temiendo que puedan llegar a producirse «las conversaciones» o especies que puedan originar trascendencias o dar mal ejemplo a la subordinación y disciplina, como dice el art. 57 del tít. 80 de la Ordenanza General del Ejército y atendiendo, también, a la precisa obligación que este mismo artículo me impone, so pena de ser depuesto de mi empleo, doy cuenta a US. de esta propaganda, para su conocimiento.
Debo advertir a US. que a los pocos días de llegar a este puerto el destacamento que comando, hubo un desertor en la persona de Benjamín Ramírez, ex-cabo 1º del Regimiento Arica y contratado como soldado en mi cuerpo. Este individuo ya había estado de guarnición aquí, creándose amistades entre los mismos que escriben para dignificar uno de los mas feos delitos militares, cual es la deserción.
Como US. verá, no sólo se aconseja y dignifica la deserción, sino que en los párrafos que más abajo copio se llega a la sedición.
Dice el párrafo así: «Ruguémosles, refiriéndose a los soldados, que NO OBEDEZCAN cuando les MANDAREN cargar contra nosotros».
Delito es éste expresamente penado por el art. 148 del tít. 80 de la misma Ordenanza, pena que por el art. 141 se hace extensiva a todos aquellos que teniendo noticia de él no lo denuncien.
Lo expuesto, que dejo ampliamente justificado con los ejemplares auténticos que acompaño, me coloca en la imperiosa necesidad de dar cuenta de ello a US., y de acuerdo con las disposiciones citadas y con lo que dispone el inciso 4.º del art. 5.º de la ley de 15 de Octubre de 1875, de pedir a US., si es de su superior agrado, se sirva tomar las providencias que la misma Ordenanza General del Ejército señala.
Saluda a US.—Teniente R. VALENZUELA HURTADO.— Al señor Comandante de Armas del departamento.”
Juzgue el lector por la lectura de la nota anterior, la sabiduría de las autoridades de Tocopilla, y sobre todo la del gobernador, Víctor Gutiérrez, que ha dirigido en persona todo este atropello inaudito contra la prensa de la clase trabajadora y contra ésta misma, atropello amparado y protegido por las Cortes de apelaciones y por el gobierno liberal-democrático que presidía el país.
El juez decretó entonces orden de prisión contra el Directorio de la Mancomunal y el director del periódico, orden que se cumplió inmediatamente.
Se nos mantuvo detenidos hasta que un ministro de la Corte de Tacna hubo de ordenar nuestra libertad, en vista de los gravísimos abusos cometidos por el juez y demás autoridades que han intervenido en este proceso.
Pero el ministro no se concretó solamente a esto, y se extendió en un estudio de la cuestión social, que ha dejado en el ánimo nuestro la más pobre idea de la suficiencia de las autoridades que gobiernan el país.
Corren en el proceso cerca de sesenta declaraciones de trabajadores del puerto y de la pampa, y en ellas se establece, acaso como una burla cruel, por algunos operarios: que en ciertos dias comen pan con mantequilla, otros que también se dan el lujo de comer huevos, otros que almuerzan y comen con vino, y otros que tienen su querida; pero todos declaran que viven escasamente con un salario de cien pesos mensuales, más o menos.
¿Se necesitan estas declaraciones para saber que aquí, como en todo el mundo, está latente la cuestión social?
¿No se sabe que donde existen explotadores y explotados, gobernantes y gobernados, miseria y riquezas, trabajadores y patrones, allí habrá de existir eternamente la cuestión social?
Ah! es que la ridiculez ha de constituir siempre la nota típica entre los burgueses.
III
Después de la primera prisión, con que consiguieron paralizar la publicación de EL TRABAJO, éste continuó su marcha con iguales bríos, y entonces iniciaron el juicio civil sobre liquidación de la Sociedad, pedida por un ex-socio que se había vendido al oro de los burgueses.
En este nuevo juicio incidió el secuestro de la imprenta (7 de Marzo), decretado fuera de toda ley, por el mismo Juez autoritario, déspota y sin honra que se hallaba entregado a los capitalistas salitreros.
Pero el pueblo, ante un atropello tan audaz, contemplando el robo de que se le hacía víctima, no pudo contenerse y cargó contra los esbirros, arrebatándoles lo que en realidad constituía el fruto de su trabajo.
El golpe había sido preparado con maestría, y aunque no pudieron robarse la imprenta, EL TRABAJO no podía ya continuar publicándose; y... nueva prisión a los desheredados de la fortuna que tuvieron el coraje de defender lo que les pertenecía.
Tres días después era yo puesto en libertad bajo fianza, junto con los demás compañeros.
Sin embargo, el mismo día se me habían secuestrado nueve cartas que fueron abiertas por el Gobernador, en las cuales daba cuenta a mis amigos del Norte y Sur de la República de los sucesos que tuvieron lugar el día 7 de Marzo.
Con este delito (violación de correspondencia) cometido por el Gobernador, se me inició nuevo proceso por propalar ideas que tienden al anarquismo en su forma más violenta (¿?)
Y por este delito — que ninguna ley de Chile contempla— se me mantuvo en la cárcel cerca de siete meses, y sólo se me ha puesto en libertad, otra vez bajo fianza, después de la acusación fiscal, cuya contestación publico en este folleto.
Esta pieza es debida a la pluma del compañero Lindorfo Alarcón H., que, sin ser uno de esos abogados burgueses que también han explotado a la Mancomunal, me deja ampliamente satisfecho, como creo satisfará las aspiraciones de todos los que luchamos por los avanzados ideales de la futura sociabilidad.
LUIS E. RECABARREN S.
NOMINA
de los directores, socios y amigos de la Mancomunal que han sufrido prisiones, con motivo de los sumarios y persecuciones de que se les hizo objeto:
Días
Presidente— Gregorio Trincado ...................................... 20
Tesorero—Juan Figueroa ................................................... 20
Pro-secretario— Justino Bravo .......................................... 20
Director de EL TRABAJO y socio
Luis E. Recabarren S. ............................................ 20 1.ª prisión
“ “ ............................................ 3 2.ª “
“ “ ............................................ 210 3.ª “
Socio Jerman Olivares .................................................... 3
“ José del Carmen Avila ........................................... 43
“ Marcolin Núñez ..................................................... 43
“ Carlos Sanhueza .................................................... 43
“ José Miranda ......................................................... 43
“ Aseensio Augusto Q. ............................................ 43
“ Amador Echagüe .................................................. 43
Señora Mercedes da Silva de M. ...................................... 1 y $ 30.00
de multa por haber dado de pedradas a varios guardianes el 7 de Marzo en el saqueo de la imprenta.
Heridos por la soldadesca el 7 de Marzo:
Jenaro Matamora
Avelino Herrera
Juan B. Valenzuela
RESPONDE
S. J. L. del C.:
Luis E. Recabarren S., procesado por subversión y demás deducido, a V. S. digo:
Las acusaciones que se deducen de los autos y la del Promotor Fiscal, merecen un estudio detenido y amplio que justifique nuestros procedimientos y que detenga con el claro concepto de las leyes los ficticios delitos por que se nos persigue.
Entraré al estudio separado de los dos cuadernos, principiando por el de “Subversión del orden público y amenazas”.
I
La sociedad ha sufrido una conmoción profunda, desde que principiaron a germinar en estas regiones los nuevos ideales del proletariado universal, y de allí salieron a la superficie el señor Ministro del Interior y el Fiscal, como acusadores; la Sociedad Mancomunal de Obreros de este puerto y yo, como acusados.
La acusación—por requerimiento del Ministro del Interior—se basa únicamente en las publicaciones hechas en el periódico EL TRABAJO, de que he sido director; publicaciones que llevan un sello de verdad y de justicia que no han podido refutar con acierto los eruditos publicistas del país.
El hálito mundial que impulsa las nuevas creaciones para el perfeccionamiento social, se ha pretendido detenerlo en todas partes, no por la fuerza de la razón, sino por la razón de la fuerza.
Pero ese crepúsculo que se alza no lo alcanzan a cubrir las caducas y desgastadas tradiciones de veinte siglos.
Si los ecos subterráneos del interés personal me maldicen por boca del Fiscal, yo alzo la conciencia para arrostrar ese anatema; y la historia habrá de colocarnos a cada uno en el lugar que corresponde.
Desde luego, yo veo el mundo cómo avanza en su progreso incesante; yo veo cómo se trasforma la conciencia del proletario; yo veo la antorcha que ilumina la nueva sociabilidad; yo veo los nuevos humanitarios ideales cómo se difunden, cómo bullen y se desarrollan, con la clarividencia del bien, en todos los cerebros honrados.
En Inglaterra, en Francia, en Italia, en España, en Alemania y aun en la autocrática Rusia hay mil potentes cerebros que propagan las doctrinas avanzadas y nobles que encauzarán la corriente civilizadora de la sociedad presente.
Si bien es cierto que en algunas naciones las autoridades no gastan el fósforo cerebral para detener ante la luz de la verdad la civilización moderna, y disponen únicamente de la fuerza bruta para vencer a los nuevos apóstoles, debemos tener presente que las leyes de aquellos países coartan en gran parte la libertad del pensamiento, la libertad de reunión y la libertad de la prensa, conquistas que en Chile se obtuvieron casi desde el advenimiento de la independencia nacional.
Y sin embargo, desde que en aquellos países brotó la chispa de la emancipación económica y social del proletariado, no ha habido poder que detenga la conflagración sublime que anuncia transformar el presente.
Son las grandezas y magnanimidades de ese culto que sostienen su florescencia, regada con la sangre de muchos mártires!
Y cuando el despótico régimen monárquico se ha visto constreñido en su amplia esfera para detener la acción de los nobilísimos propagadores de la verdad, parece un sarcasmo que en Chile se intente aherrojar la libertad con el propio manto con que sus hijos la arrebataran a la monarquía española,
Y todavía, si esa libertad la pusiéramos en ejercicio para procurar el mal de nuestros semejantes acaso, como una obra previsora, tendremos derecho para salvar el abismo conservando el pasado.
Pero si esta fórmula no se ha podido justificar en el tamiz de la razón, es el más gravísimo absurdo tratar de consolidarla ad libitum con la fuerza del poder o con la fuerza de las armas.
Para patentizar la bondad o excelencia de las doctrinas sociales que una pléyade inmensa va difundiendo en el orbe entero, nos bastará hacer una rápida excursión por los fecundos y florecientes campos que en estos momentos sustenta la fraternidad humana.
Con el nombre de democracia en Chile, de socialismo en Francia, Australia, Alemania, etc. y de anarquismo en España, Italia, Rusia, se han reunido grandes agrupaciones de trabajadores para reformar las leyes y costumbres preexistentes.
Se quiere que la humanidad alcance un grado de perfección en armonía con la cultura y la ilustración que viene perfeccionando la individualidad.
Se quiere que todos, sin excepción, lleguemos a nutrir el cerebro con la simiente bienhechora del saber; que las nítidas vibraciones de la inteligencia humana se asimilen en todos los seres; que las comodidades se repartan en todos los hogares; que la producción del mundo abastezca a sus productores; que la pródiga naturaleza cubra todas las miserias; que los crímenes desaparezcan de la tierra en todas sus formas, dignificando el bien y la honradez; que desaparezca todo lo superfluo, para dar cabida a todo lo útil y lo bello; que nos acostumbremos a ver en cada hombre un hermano.
¿Es esto subversión?
Pues bien, llámese subversión a ese enigma sublime, que forma la encarnación de lo grande, de lo justo y de lo bello; que mientras haya una conciencia honrada y noble habrá quien pueda mantener incólume los principios en que se cifra la felicidad humana.
Los innovadores tuvieron siempre un calvario, desde donde alumbran al Universo con irradiaciones eternas.
Allí está Sócrates, a quien se le hizo beber la cicuta; Galileo abjurando en el tormento; Juan Huss, Jerónimo de Praga y Giordano Bruno en la hoguera; Hebert y Babeuf, en la guillotina; Flourens y Ferré en el banquillo.
De ahí que exclamara convencido Etievant:
“Nosotros somos mañana y vosotros sois ayer, y no hay potencia humana capaz de impedir que el minuto que transcurre no nos acerque a mañana y no nos aleje de ayer...
El ayer ha querido en todo tiempo cerrar el paso al mañana y ha sido vencido siempre en su misma victoria, porque el tiempo que ha pasado en vencer le ha acercado a su derrota.”
Ideales que tienden a la perfección, con el único objeto de llevar al seno de la humanidad la mayor suma de felicidad, y que buscan la fórmula de un bienestar verdadero, ¿pueden en Chile llamarse subversivos?
II
Expresado lacónicamente mi pensamiento en el capítulo anterior, pasaré al estudio parcial de las acusaciones:
El señor Ministro del Interior, en telegrama de fecha 26 de Diciembre de 1903, dice al señor Intendente de la provincia:
“Promotor Fiscal Tocopilla ha debido acusar periódico o diario que publican artículos amenazantes autoridades, procurando inspirar odio al gobierno y subvertir orden público, delitos que no están sometidos a la ley de imprenta; por el contrario, la ley expresa que serán, juzgados como delitos comunes y castigados con arreglo al Código Penal, lo cual parece ignorar el señor Promotor Fiscal”[1].
Si no tuviéramos conocimiento de que el telegrama anterior fue efectivamente dirigido por aquel Ministro de Estado, lo habríamos reputado apócrifo, o creído la invención de un cerebro perturbado por innobles agitaciones, o por intereses preconcebidos de lucro personal; pero ha sido la obra de uno de los más altos funcionarios públicos, y es un deber detenerse a estudiarlo a la luz de las leves y destrozar con ellas mismas el error profundo o la sutil idea con que fue redactada aquella pieza.
Ese telegrama fue la primera clave con que se inició la persecución jurídica a la Mancomunal de Obreros de este puerto, y especialmente al periódico EL TRABAJO, y tiene una notabilísima analogía con los desgraciados sucesos que se desarrollaron poco antes en Chañaral, en los establecimientos mineros de don Arturo Besa, e inspirados por éste.
El señor Promotor Fiscal, pidiendo la instrucción de este sumario, talvez encontró idéntica analogía, porque hace especial mención de los incidentes desagradables acaecidos en Chañaral; o quizás si el requerimiento vino a producir en su ánimo la convicción de que era necesario sistematizar en el país estos procedimientos, como ejemplo para las clases trabajadoras.
Todas las deducciones podrían encontrarse lógicas ante las graves irregularidades que envuelve aquel telegrama, ya que no se ajusta a ninguna ley y tiende a violarlas todas.
Así, la Constitución Política de la República, en el capítulo IV, art. 10, dice:
“La Constitución asegura a todos los habitantes de la República:
7.° La libertad de publicar sus opiniones por la imprenta, sin censura previa, y el derecho de no ser condenado por el abuso de esta libertad, sino en virtud de un juicio en que se califique previamente el abuso por jurados, y se se siga y sentencie la causa con arreglo a la ley.»
El art. 137 del Código Penal dice a la letra: «Los delitos relativos al libre ejercicio del sufragio y a la libertad de emitir opiniones por la prensa, se clasifican y penan respectivamente por las leyes de elecciones y de imprenta.”
No hay disposición alguna en el Código Penal que califique como delitos comunes las opiniones que se vierten en la prensa; por el contrario, está taxativamente indicada en el artículo referido la clasificación y pena de estos delitos.
Y si el Ministro de aquella época, desconociendo la ley o tergiversando abiertamente sus disposiciones, requirió al señor Promotor Fiscal en una forma inconveniente e ilegal, éste no debía ni podía apartarse de las prescripciones expresas de la ley, sin faltar al alto magisterio que le está encomendado.
La opinión del Ministro de Estado de aquella época se vio pronto contradicha por su sucesor en el Ministerio, don Rafael Errázuriz Urmeneta, que en sesión de la Cámara de Diputados de fecha 22 de Enero del presente año se expresaba así, contestando una interpelación del diputado demócrata don Malaquías Concha:
“El Gobierno estima que los delitos de imprenta, cualquiera que sea su gravedad y aún tratándose de artículos subversivos del orden público, deben ser perseguidos en conformidad a la ley de imprenta.
El Gobierno, que tiene el deber de mantener el orden público, tiene también el deber de asegurar el respeto de las garantías individuales, en conformidad a la ley respectiva.”
La desautorización del Gobierno a su ex-Ministro no pudo ser más franca y condenatoria.
Era en este caso el propio Ministro del Interior quien desaprobaba la actitud de su antecesor, restableciendo la libertad de la prensa, que se había visto conculcada por la complacencia de las autoridades administrativas y judiciales.
Y no podía el Gobierno pensar de otro modo en presencia de un atentado que no tenía precedentes en la historia de Chile.
Cuando, hace cincuenta años, se acusó por sedición a Francisco Bilbao, a ninguna autoridad se le ocurrió arrastrarlo a la cárcel. Se le juzgó en conformidad a la ley sobre abusos de la libertad de imprenta.
En los meses anteriores a la revolución de 1891, casi toda la prensa del país registraba artículos incendiarios contra la administración Balmaceda; se pedía la deposición del Presidente, se declamaba violentamente pidiendo la revolución armada, y aún en el periodo más álgido de la propaganda revolucionaria, no hubo una autoridad suficientemente audaz que se atreviera a acallar la voz de la prensa. Fue preciso que la revolución se declarara en armas contra el Presidente de la República, para que éste, asumiendo todo el poder público, procediera contra la prensa del país.
La libertad de pensar no se había visto deprimida en Chile en ningún momento antes de este proceso; por el contrario, cada una de las leyes liberales de que hoy goza , la nación se deben a la propaganda ardiente y fecunda de publicistas como Arteaga Alemparte, Matta, Isidoro Errázuriz, Vicuña Mackenna, Santa María, Lastarria, Amunátegui, etc., etc., que no encontraron jamás en su camino una valla que detuviera el fuego de la inspiración, en la forma que ellos concebían la conquista del progreso y del bien.
Privar la libertad del pensamiento es como privar al individuo el aire que respira.
Hasta la libertad del pensamiento no le es dado llegar a ninguna autoridad. El pensamiento es, hoy por hoy, la única premisa que caracteriza la individualidad.
Y esta libertad, unida al derecho de publicar nuestras opiniones, que consagran las leyes citadas, aún cuando lleguemos a extralimitarla, no tiene derecho para apreciarla la justicia ordinaria, como queda demostrado.
Para la libertad de pensar no pueden haber leyes, porque el laboratorio del pensamiento está destinado a servir a la humanidad.
El día en que por medio de la ley se restringa esta libertad, estemos seguros que todos aprenderán a burlar la ley.
De ahí la hermosa concepción de Valtour, manifestada en estas sencillas palabras:
“La libertad de pensar es un tesoro que únicamente se conserva gastándolo”.
III
Dilucidada ya la pieza administrativa que dio origen a este proceso, corresponde entrar al estudio de la acusación del Promotor Fiscal, en que pide la instrucción del sumario por los delitos previstos en los párrafos X i XI del título sexto del libro 2.º del Código Penal.
Aunque en esta acusación no fui incluido por el Fiscal, V.S. me mandó encargar reo después de la primera declaración que presté, por el hecho de ser Editor y Redactor del periódico EL TRABAJO.
En el capítulo anterior he dejado suficientemente demostrado que la exposición de mis opiniones por la prensa no es un delito que pueda perseguirse en virtud de las leyes comunes; y así lo estimó también el señor Ministro de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Tacna, que ordenó mi libertad incondicional, denegando a V.S. la facultad de conocer de un asunto previsto en una ley especial.
Sin embargo, como la acusación al Directorio de la Combinación Mancomunal de Obreros se deriva de la marcha que se le imprimiera al periódico, me corresponde de hecho dilucidar también los tópicos de la referida acusación.
Principia el Fiscal pretendiendo hacer aparecer a la Mancomunal como Sociedad ilícita, “porque sus fines, según sus mismos asociados, eran de resistencia al Capital.”
Aunque los fines de la Institución se hallan taxativamente expresados en los Estatutos que corren en autos, quiero suponer por un momento que sea efectivamente de resistencia al Capital.
Analicemos esta fórmula y veremos el significado de ella.
Las Sociedades de Resistencia que existen en Chile, como las de cualquier parte del mundo, tienen por objeto acumular fondos para evitar la miseria y el hambre cuando, por culpa de los patrones, los operarios se ven obligados a paralizar sus faenas a fin de obtener las garantías que desean para su bienestar y comodidad personal.
¿Hay en esto un delito?
Cuándo es el Capital quien paraliza las faenas de la industria, por no convenir a sus intereses y arroja a sus operarios a su propia suerte, ¿comete un delito el capitalista?
Son dos potencias con iguales derechos. Si el Capital es hoy usufructuario de la tierra o de las máquinas, el trabajador es dueño de disponer o no de sus fuerzas musculares.
Es la ley de la oferta y la demanda. El Capital me da trabajo si le conviene, yo lo acepto si me place. Esto está contemplado bajo el actual régimen.
¿Hay en esto un delito? Ningún jurisconsulto del orbe lo ha tomado como tal.
Todavía las Suciedades de Resistencia disponen, en muchos casos, de sus capitales con el fin de establecer industrias que proporcionen trabajo a los operarios que indebidamente arrojan los patrones de sus fábricas.
¿Hay en esto un delito?
¿O también es un delito que los desheredados de la fortuna acumulen fondos para precaverse de los azares de la vida?
Pero talvez el Fiscal, ignorante de esta forma de resistencia, ha tomado el acto de resistir al Capital como una subversión, y en este caso también el Fiscal ha errado la fórmula, y aun hasta ha olvidado la verdadera etimología de la palabra.
«Resistencia.— Es la acción de resistir.—La defensa.— La potencia que actúa contra la motriz de una máquina.»
Esta es la definición de todos los Diccionarios de la lengua castellana.
Y usando una fórmula vulgar podríamos decir:
El ejército-capital ataca al ejército-trabajo. Este resiste; por consiguiente, no ataca.
La subversión sería en este caso del Capital, que llegaba a combatir al Trabajo; y éste haciendo resistencia a aquel no haría más que ejercitar un derecho estipulado por las mismas leyes: combatir en defensa propia. (Art. 10 del Código Penal).
Parece que el Fiscal trata a toda costa de buscar un delito, y se esfuerza por encontrarlo, tergiversando no sólo los hechos, sino el significado mismo de las palabras.
Luego dice: “Si hasta ahora ha sido más o menos fácil solucionar los conflictos que suelen presentarse entre patrones y trabajadores, hay fundados motivos para suponer que no sucederá lo mismo en el porvenir y que, por el contrario, corren peligros graves de perturbación el desarrollo de las industrias y sus capitales, por causa de la propaganda demoledora de la llamada «Combinación Mancomunal», que ha llegado a tal extremo en su periódico EL TRABAJO, que el señor Ministro del Interior ha requerido a este Ministerio para que entable acusación criminal, como puede verlo V. S. en la nota núm. 399, fecha 26 de Diciembre último, que acompaño [2].
La autoridad administrativa ha visto en los artículos publicados en el periódico antedicho, amenazantes y subversivos, no un motivo para aplicar la ley de imprenta, sino que los considera como delitos comunes y, por lo tanto, bajo la sanción del Código Penal.”
La infalibilidad de la autoridad administrativa ha quedado por tierra ante la ley y ante la resolución judicial, como lo dejo expuesto.
Y de este mismo hecho se deduce implícitamente que la Combinación Mancomunal no tiene responsabilidad alguna por las opiniones y la propaganda que el Director de EL TRABAJO hiciera en esta publicación, sin haber tratado de eludir la responsabilidad que a él pudiera afectarle; y, por consiguiente, los Directores de aquella Institución quedan también bajo la misma irresponsabilidad.
El Fiscal cifra su suposición de peligros graves de perturbación, en la propaganda del periódico, y siendo éste el único responsable de esta propaganda, la Sociedad y su Directorio quedan eliminados.
Según el artículo 1.° de la ley de 17 de julio de 1872, es responsable de todo abuso de la libertad de imprenta el impresor que hubiere hecho la publicación y, por consiguiente, es una anomalía jurídica pretender que la responsabilidad por la publicación de artículos periodísticos pueda afectar a una colectividad numerosa.
Si la Combinación Mancomunal, en vez de ser una Sociedad benéfica de socorro mutuo, hubiera sido una asociación periodística, ¿se haría responsable de las publicaciones a la asociación, o se ocurriría contra el editor?
Plantear esta tesis es resolverla.
Continúa el señor Fiscal:
“Lejos de organizar los socios y directores de la denominada Mancomunal de Obreros una asociación permitida por la ley, han formado una sociedad o asociación ilícita, atentatoria contra el orden social y contra las personas o propiedades, como se demuestra en los documentos acompañados».
La perspicacia del señor Fiscal ha extralimitado las concepciones más sutiles; porque con ninguno de los documentos que se acompañan se puede comprobar, no digamos la ilicitud de la asociación, pero ni siquiera su intervención en ningún acto de dudosa corrección.
En las notas y cartas que se acompañan—notas y cartas de partes interesadas—se deja constancia que en algunos desórdenes promovidos hasta por soldados del Ejército, se vivó a la Mancomunal y se dieron mueras a la policía. En un desorden callejero que se desarrolló en una fonda, a las 2 A . M, del día 2 de Enero último, el señor Prefecto de policía establece que un individuo perteneciente a la Mancomunal profirió expresiones como éstas: Viva la Mancomunal! Abajo los futres! Mueran los pacos!
Si no fuera que estas notas sólo pueden causar la hilaridad de quien las lea, trataríamos de demostrar la ninguna conexión que existe entre las expresiones de un individuo en su acción privada y las ideas que sustenta una institución honrada.
Entre los documentos acompañados figura también una carta que el Presidente de la Mancomunal, don Gregorio Trincado, dirige al señor Pedro Alzamora, rogándole se sirviera reponer en su trabajo a un operario que injustificadamente había sido suspendido, carta que termina con estas lícitas y honrosas palabras: Ruego a Ud. encarecidamente que trabajemos por la armonía de patrones y trabajadores, que es tan necesaria para el progreso de ambas partes.
¿Y a esta intervención honrada se le llama ilícita?
¿Y a estos procedimientos, que las leyes designan como de hombres buenos, el señor Fiscal los llama atentatorios contra el orden social?
Quiero admitir que esa carta hubiera sido la expresión directa de la Sociedad; ¿de qué modo atentaba al orden social?
¿Desde cuándo los ruegos se han convertido en amenazas?
¡Oh! esto tiene un calificativo que no puede emplearse, por no faltar al respeto que el Juzgado exige.
Además, el señor Fiscal no se dio el trabajo de buscar la ilicitud de la Sociedad ni los atentados que ella pudiera realizar, quizás por el temor de no encontrar ni una ni otra cosa, y se remitió en globo a una serie de documentos intonsos, que jamás podrán justificar una incorrección, y que parece buscados exprofeso para este caso (f. 21 a f. 42)[3].
Como la inculpabilidad de la Sociedad era manifiesta y tan clara como la luz del día, el señor Fiscal parece que no podía apartar su imaginación de los cáusticos artículos de EL TRABAJO, y vuelve sobre él todavía con mayores bríos, impelido por la comunicación del teniente Valenzuela Hurtado, de fecha 15 de Diciembre de 1903, corriente a fs. 22. (Esta nota se copia al principio).
Y dice:
“En el periódico EL TRABAJO se aconseja al pueblo a la rebelión, se insulta a las autoridades constituidas, se amenaza a los gobernantes y a los industriales con la destrucción de sus propiedades y con la muerte; se declama contra la ley de Reclutas y Reemplazos, aconsejando a los ciudadanos a que no cumplan con ella; se deprime al Ejército y se aconseja a los soldados la deserción, delito expresamente condenado por la ley y que cae bajo la sanción de la Ordenanza Militar”.
Analizada ya la libertad de expresar nuestras opiniones, se hace necesario contemplar el nuevo delito descubierto por el expresado teniente de ejército y patrocinado por el señor Fiscal en la parte final del párrafo trascrito.
Con el requerimiento del Ministro del Interior, el señor Fiscal califica la libertad de imprenta como delito común, y con el requerimiento militar nos pone bajo la sanción de la Ordenanza Militar.
Pero no tomemos en consideración estas contradicciones, y tratemos de descubrir la responsabilidad que pueda deducirse en este último caso.
Es verdad que hemos declamado contra la ley de Reclutas y Reemplazos, porque a nuestro criterio repugna el servilismo y la humillación.
¿Este procedimiento constituye un delito?
No lo estimamos así. Y para probarlo será suficiente recordar que la abolición de la ley de Guardias Nacionales llegó a realizarse después de una campaña de varios años, por la prensa, en el comicio público y en el Parlamento.
El partido democrático en 1887 inscribió en su programa, como una de sus primeras aspiraciones, la supresión de la Guardia Nacional.
Y sin embargo, ni la autoridad administrativa, ni la autoridad judicial, ni la autoridad militar se creyeron con poder suficiente para detener aquella propaganda directa contra el ejército, por la abierta desigualdad social que encerraba.
Por el contrario, el Congreso acogió el clamoreo de la opinión pública, e impelido o no por ésta, decretó la abolición de aquella ley que no satisfacía en absoluto los principios de igualdad que en aquella época solo principiaban a germinar entre las clases populares del país.
La reforma es la eterna ley de la evolución; y ella no podría producirse si no hubieran espíritus viriles que señalaran a la opinión los defectos de nuestra constitución social, económica o política.
Si EL TRABAJO ha hecho una campaña abierta contra la institución llamada ejército, ha usado de un derecho que nos acuerdan las leyes y que la práctica ha consolidado.
Si mañana solicitamos en esta misma publicación la separación de la iglesia del Estado, ¿incurrimos por ello en un delito?
Si solicitamos la supresión del Consejo de Estado, del Presidente de la República o de una de las ramas del Poder Legislativo, ¿incurrimos por ello en un delito?
Es evidente que no.
Hoy mismo algunos partidos políticos y varios diarios de la capital solicitan no sólo la separación de la Iglesia del Estado, sino la suspensión de la Ley de Garantías Individuales, para expulsar del territorio a los frailes nacionales y extranjeros.
¿Y quién ha visto un delito en esta actitud? Nadie; la prueba es que la propaganda continúa.
¿Uno de estos mismos diarios no pedía también, a propósito de las huelgas habidas en la zona salitrera y de la propaganda de los periódicos mancomunales, la abolición para éstos de la libertad de imprenta?
¿Y quién de entre nosotros ha pedido la horca para los que así se han expresado? Estas son opiniones, malas o buenas, según los casos, pero que entran en la libertad de pensar.
Ahora ¿por qué a esta ley de la evolución habría de escapar aquella institución armada que, desde hace veinte siglos, los más grandes pensadores la han considerado como un azote para la humanidad, como un enjambre de parásitos indignos de la civilización y la cultura?
Séneca decía a este respecto:
“Se castigan los asesinatos que cometen los particulares. ¿Y qué se dirá de las guerras y de los asesinatos que llamamos gloriosos porque destruyen naciones enteras? El amor de las conquistas es una locura: los conquistadores son azotes más funestos a la humanidad que las inundaciones y los terremotos. Alejandro, bandido ya en la infancia, destructor de naciones, apreciaba como un bien soberano ser el terror de los hombres”.
Víctor Hugo, contemplando las miserias de la tierra y las grandes calamidades de la guerra, exclamaba indignado:
“Una sociedad que admite la miseria, una humanidad que admite la guerra me parecen una sociedad y una humanidad inferiores; yo tiendo hacia una sociedad y una humanidad superiores: sociedad sin reyes, humanidad sin fronteras”.
Allí donde más se blasona de la libertad, allí donde se proclamaran los derechos del hombre, en la republicana Francia, el diputado nacionalista de París Mauricio Spronk, escribía:
“Cuando el militarismo colme la medida del ridículo, de la vergüenza y del horror que implica su esencia misma, se hundirá ante los aplausos unánimes de los pueblos”.
J J. Rousseau decía:
“Las tropas regulares han sido creadas en apariencia para contener al extranjero, en realidad para oprimir al habitante”.
Mirabeau:
“Las tropas regulares han sido y serán siempre el azote de la libertad”.
Todavía Anatole France, miembro de la Academia Francesa, escribe estas candentes palabras: “El ejército es la escuela del crimen”.
El venerable conde León Tolstoi en una de sus últimas obras, “La Aurora Social”, se expresa así:
“Sólo disminuirán y desaparecerán los ejércitos cuando la opinión pública cubra de oprobio a los hombres que por miedo o codicia venden su libertad y se alistan en esas partidas de bandoleros llamados ejércitos; cuando los hombres—ahora desconocidos y condenados—que a pesar de todos los padecimientos y de toda la opresión, rehúsan entregar su libertad en manos de los demás hombres y convertirse en instrumentos de muerte, sean proclamados heraldos y bienhechores de la humanidad. Sólo entonces empezarán a disminuir los ejércitos, y luego quedarán destruidos, y empezará una era nueva en la vida de la humanidad. Y ese tiempo no está distante”.
Según los últimos descubrimientos de la antropología criminal, los grandes conquistadores y guerreros deben colocarse en la categoría de criminales que padecen de epilepsia larvada, manifestándose por una especie de idiotismo moral, degeneración de los sentimientos afectivos, que colocan a estos hombres en un nivel inferior, cercano al salvaje.
Lombroso, Savage, Jaine y otros historiógrafos aseveran que las guerras tendrían mucho de estos frutos idiotas y de esas impulsiones morales al daño y a la destrucción de nuestros semejantes.
Son conocidas las obsesiones crueles de Napoleón, Julio César, Pedro el Grande, las ramas de los Borbones en Francia, etc.
¿Cuántas guerras no fueron debidas a estas manifestaciones esencialmente criminales de estos hombres?
Las sociedades infantiles de su época los seguían y los adoraban como a semi-dioses; y sin embargo, el tipo degenerativo del criminal era la cualidad esencial de sus actos y de sus desafectos hacia la humanidad.
Matar por matar y conquistar por conquistar, serían hechos equivalentes a los del niño cruel que martirizara por placer idiota, a las avecillas, a los insectos, a los animales inferiores o a sus compañeros mismos.
Los guerreros no son, pues, sino niños grandes, crueles y perversos, sin nociones de afecto moral, y vengativos por excelencia.
Mil sociólogos y eminencias de la intelectualidad del mundo alzan hoy el pensamiento y dan vuelo a la imaginación con las concepciones purísimas del bien y de la igualdad humana.
Allí, en el olimpo de la intelectualidad contemporánea, brillan como astros de primera magnitud Eliseo Reclus, Juan Grave, Pedro Kropotkine, Enrique Malatesta, Federico Urales, Carlos Malato, Pedro Gori, Pascual Guaglianone, Katayama, Plekharoff, Teresa Claramunt, Henriette Hoogeveen y tantos otros que serán la gloria de la sociabilidad futura.
El ideal de todas esas eminencias del saber es la perfección de los seres en su estado social.
Buscan la igualdad como el vehículo más poderoso para llegar al fin.
Iguales en la ilustración, en el trabajo y en los medios necesarios a la vida, ningún hombre detendrá el progreso, porque los intereses serán comunes a la humanidad; y en ese estado social la autoridad y el ejército sólo podrían constituir una rémora a la actividad y al progreso humano. Tienden, pues, a desaparecer ante la perfección.
Los ejércitos de hoy serán las instituciones del pasado, perniciosas a la vida, puesto que dan la muerte.
Mañana constituiremos los ejércitos del trabajo, que darán la vida, puesto que dan la felicidad.
Y entre matar y conservar la vida ¿qué es lo que corresponde elegir?
Los ejércitos de hoy dan la muerte, los de mañana darán la vida.
He ahí la tesis que viene desarrollando la nueva sociabilidad: realizar el bien para desterrar el mal.
¿Y a estas concepciones se las llama delito en Chile?
Y bien, déseles el nombre que se quiera, pero nosotros no podremos apartar el pensamiento de la felicidad, y la buscaremos para todos, aunque el abismo se abra a nuestros pies.
Pero al amparo de las mismas leyes referidas, estamos autorizados para propagar todas las ideas que el cerebro conciba, y si se nos arrastra por caminos diversos, sólo podrá hacerse extralimitando las facultades jurídicas en vigencia.
Y si se llega a colocarnos en esa emergencia, ella tampoco será suficiente para detener la avalancha altruista, que invade gloriosamente los fecundos campos del proletariado.
Queda evidenciado plenamente que el señor Fiscal no ha debido desentenderse, en ningún caso, de la ley especial sobre abusos de la libertad de imprenta, que el Código Penal separó expresamente de los delitos comunes, y mucho más de la Ordenanza General del Ejército, que inopinadamente ha querido introducir en este proceso.
Y como los documentos que acompañara el señor Fiscal no comprueban ilicitud ni incorrección alguna por parte de la Combinación Mancomunal de Obreros, queda también demostrado que no debió procederse contra esta institución ni su Directorio, que sólo abrigan fines benéficos, y aun de orden y de intermediarios para los mismos capitalistas, que se creen afectados en sus intereses.
No son, en consecuencia, aplicables las disposiciones legales citadas por el señor Fiscal.
Así parece haberlo comprendido también el señor Fiscal ad-hoc que hace la acusación en traslado, puesto que en la parte dispositiva de esa acusación se desentiende en absoluto de los cargos que se hicieran en el primer cuaderno de este sumario.
IV
De las numerosas declaraciones tomadas por el señor Ministro de la Corte de Apelaciones de Tacna, en visita extraordinaria en el Juzgado de V. S., no consta tampoco que la Combinación Mancomunal haya tomado parte alguna en los movimientos obreros que se han producida en este puerto o en el Toco.
Talvez por ignorancia de loa procedimientos sociales, algunos de los trabajadores llamados a declarar, establecen esta teoría, que reputamos honrosa:
“¡Cuando consideramos que debe hacerse algún reclamo a los patrones, nos presentamos a nuestros delegados, ellos hablan con el Directorio y el Directorio examina las reclamaciones y las hace valer ante los patrones; mientras tanto, los trabajadores continúan en sus faenas y sólo se declaran en huelga cuando así se estima de justicia, en caso de no ser atendidos por los patrones. Todo se hace tranquilamente, y en ningún caso se puede perturbar el orden. Yo no he sido nunca incitado a desorden” (fs. 182.)
Pero no se asegura que esta determinación se haya puesto en práctica; y se ha hecho valer, sin duda, porque es la aspiración de los socios y de los trabajadores en general. Porque una institución seria como la Mancomunal habría de ser un mediador equitativo y justo entre el Capital y el Trabajo.
Sin embargo, esa sabia medida, que podía prevenir muchos movimientos perjudiciales a ambas entidades, no se ha llevado siquiera al tapete de la discusión en la Sociedad, porque los capitalistas se han convertido en perseguidores de la Institución, arrojando de sus faenas a los operarios que pertenezcan a ella.
No ha querido comprender el Capital que una institución de esta especie sería la balanza en que podrían pesarse honradamente las aspiraciones de ambas partes; al mismo tiempo que habría de saber mantener el orden en sus filas, invocando el respeto mutuo como el corolario del derecho.
Con muchas otras declaraciones, ante el mismo señor Ministro, se acredita la desventajosa situación de los trabajadores de estas regiones.
Los mejores sueldos de los diversos operarios varían entre ciento veinte y ciento cincuenta pesos mensuales, proporcionándoles escasamente para subvenir a las más premiosas necesidades de la vida.
Sólo entre algunos de los operarios declarantes se deja constancia de que trabajando varios de la familia, les alcanza para comer huevos y mantequilla, manjares que la mayoría de los trabajadores no pueden darse el placer de saborear, porque sus escasos jornales no se los permite.
Y ante estas declaraciones impremeditadas, donde brilla la más pura verdad, el capitalista no se ha detenido a contemplar su obra!
Y ante estas declaraciones, donde se oye hablar el corazón, sólo hemos visto responder al capitalista con los menguados intereses de la bolsa!
Y ante estas declaraciones, donde palpita la escuálida miseria, el abundante Capital mira indiferente su obra destructora!
Y ante esa confesión sincera e irrefragable, todavía hay autoridades que se atreven a negar la cuestión social!
Y todavía, al que siente con el hermano, al que habla de estas miserias, al que publica estas verdades, se le arrastra a las cárceles y se le ha querido condenar como sedicioso.
¡Es, sin duda, porque el fuego de la verdad puede alumbrar los mundos!
Es innecesario detenerse a estudiar todas las declaraciones de este largo proceso, porque ellas se refieren a la situación de los trabajadores, y no pueden dar luz alguna sobre los hechos que se pesquisaban en el sumario.
Ciertos trabajadores se concretan—acaso con declaraciones aprendidas de antemano—a establecer que están contentos con su situación.
Y aunque estas declaraciones fueran el fruto de la espontaneidad, ellas no pueden dejar en el ánimo de una persona imparcial sino el convencimiento de que aquellos trabajadores se han connaturalizado con la miseria y la desgracia.
Pero si llega hasta ellos la voz de la verdad; si a ellos se les dice que todos los hombres tenemos un mismo organismo; que la misma sangre nos anima; que todos los cerebros marchan hacia la perfección; que todos tenemos iguales derechos; si esto se les dice, la faz de su situación actual habrá cambiado, porque cambiarán sus aspiraciones y descubrirá otras verdades la imaginación.
-
Hemos llegado al término del estudio de este cuaderno; pero no podemos dejar pasar desapercibido el hecho de que la autoridad administrativa del departamento haya tratado de inmiscuirse en este proceso como una causa propia.
Y aun el hecho en sí mismo no nos llamaría la atención, si no mediara la circunstancia de que el señor Gobernador, en la trascripción de la nota de fs. 226, ha pretendido subvertir el alcance que se le diera por sus autores.
En aquella nota, el Presidente de la Combinación Mancomunal dejaba constancia que habiéndose prohibido en las oficinas salitreras la reunión de los Directorios que existían constituidos y que respondían del buen orden y compostura de los asociados, no podía la Sociedad continuar bajo la responsabilidad de un estado de cosas hasta donde se le había prohibido llegar.
¡Y en este acto natural y correcto el señor Gobernador cree ver una amenaza, cree ver un delito!
La intromisión de la autoridad administrativa en los negocios judiciales da lugar, indudablemente, a la falsa interpretación de conceptos que dentro del derecho jurídico y natural tienen la más correcta aplicación.
Acaso la intromisión de ese funcionario ha sido la causa principal de los sucesos desarrollados en este sumario, por olvido o desconocimiento de las leyes que amparan la libertad de la prensa y la libertad de asociación.
-
Queda demostrado, pues, con la más absoluta evidencia, que no ha existido ni subversión del orden público, ni amenazas a las autoridades, ni a los capitalistas.
En virtud de estas consideraciones y de las disposiciones de las leyes citadas, no cabe responsabilidad alguna ni colectivamente a la Combinación Mancomunal de Obreros, ni parcialmente a los miembros del Directorio, ni mucho menos al Director de EL TRABAJO.
Sobre el secuestro de la Imprenta
V
El segundo cuaderno de este proceso se inició con motivo de la oposición que se hiciera al secuestro de la imprenta de EL TRABAJO, decretado en una causa civil, y las demás incidencias que oportunamente trataré en el curso de esta contestación.
En la acusación del señor Promotor Fiscal ad-hoc se hace la relación de los cargos del cuaderno anterior, sin llegar a ninguna conclusión sobre el particular, y termina con la acusación de atentado a la autoridad.
El señor Fiscal ad-hoc aprecia esta última causal sólo en conformidad a las declaraciones de los guardianes y del parte del Prefecto de Policía, sin tomar en consideración las deducciones lógicas que deben hacerse de los autos, como se demostrará más adelante.
Establezcamos los hechos:
El dia 7 de Marzo del presente año se presentó a la imprenta de EL TRABAJO el receptor de mayor cuantía don Pablo Echiburú, y me notificó un decreto del Juzgado de V. S. que ordenaba el secuestro de la imprenta.
Aunque el infrascrito comprendía que ninguna ley autoriza el secuestro de una industria, se limitó a protestar de un procedimiento que carecía de base legal; pero acató la orden del Juzgado, dejando al expresado receptor que dispusiera de la imprenta en la forma que viere convenirle, y abandonando inmediatamente el local donde se encontraba la imprenta, como consta del certificado de fs. 305.[4]
Ni en los momentos de la notificación, ni cuando el Presidente de la Sociedad Mancomunal llegó al salón social, hice resistencia alguna al secuestro; por el contrario, y como lo probaré oportunamente, traté de calmar los ánimos, manifestando a los ciudadanos que la oposición al secuestro era contraproducente, y que si en esos momentos no se llevaba a cabo, la realizarían bien pronto, por medio de la fuerza pública.
Ínter tanto, el Presidente de la Sociedad, don Gregorio Trincado, ignorando el decreto judicial, llegaba al salón de la Institución; y como sorpresivamente se le informara por el pueblo que se estaban robando la imprenta de EL TRABAJO, se exasperó y se opuso al secuestro.
Esta actitud del señor Trincado está absolutamente justificada con la imprevisión del actuario judicial, que se negó a notificarlo previamente, a pesar de mis instancias reiteradas.
El señor Trincado no podía detenerse ante la fuerza armada que cometía un grave delito sancionado por el Código Penal.
Si cualquiera persona llega a su hogar y se encuentra con que se le está sustrayendo su mobiliario, no sólo se opone de palabras ante tal acción, sino que hace uso de la fuerza para repeler el ataque a su propiedad; y aun se cautelan mucho más los intereses que sólo están bajo nuestra custodia, como ocurría en este caso al Presidente de la Mancomunal.
Ahora, el pueblo, en presencia de un procedimiento arbitrario e injusto para con una institución que le era simpática, se abalanzó espontáneamente para restituir los útiles que se habían sustraído, y que eran de la exclusiva propiedad de la mencionada institución.
Comprobados estos asertos, como lo haremos en el término probatorio, quedará absolutamente desvirtuada la segunda acusación, y ninguna responsabilidad podrá afectarnos.
El parte del Prefecto de Policía carece en absoluto de verdad, porque ni he llegado al salón de la Sociedad con el señor Trincado, ni he pronunciado discursos incitando a la resistencia.
Las declaraciones del sargento de policía Ramón Belmar, y de los guardianes José Luis Valenzuela, José Peña y Florentino Rodríguez, cuando afirman «que los promotores del atentado fueron Trincado, Recabarren y Olivares», son enteramente falsas, como lo es casi todo el contenido de esas declaraciones, y que probaremos oportunamente con numerosos testigos presenciales.
El señor Fiscal ad hoc pretende establecer una prueba de estos sucesos con las cartas que me fueron secuestradas y abiertas arbitrariamente.
Las cartas particulares, aun cuando han sido reconocidas por mí, no constituyen prueba legal, porque si bien pueden encerrar una verdad absoluta, puede ocurrir que la forma de la redacción varíe en gran parte el fondo de las ideas.
Además, hay que tener presente que esas cartas estaban destinadas casi todas a la publicidad, pues, como puede verse, eran dirigidas a periodistas como Salinas y Fernández, en Valparaíso; Alarcón y Escobar y Carvallo, en Santiago.
Por otra parte, si la correspondencia es inviolable, como lo estatuye la Carta Fundamental, el resultado de un delito penado expresamente por las leyes no puede en ningún caso constituir prueba en un sumario.
Ahora bien, esas cartas que nadie pudo abrir sino su destinatario, ¿qué demuestran?
Según el Juzgado, envuelven ideas subversivas del orden público, que tienden al anarquismo en su forma más violenta.
Hemos dilucidado ya la libertad de la prensa tratando el inciso 7.º del art. 10 de la Constitución; pero queremos agregar todavía los comentarios que el eminente estadista don Jorge Huneeus hace de esta libertad:
“La libertad de imprenta, que no es sino una manifestación de la libertad del pensamiento, de la libertad de la palabra, sea verbal o escrita, ha sido perfectamente asegurada por nuestra Constitución al abolir la censura previa y toda traba que impidiera al habitante de Chile el ejercicio del derecho de dar a conocer sus opiniones por la imprenta, sin restricción alguna.
Esta libertad, necesarísima en todo país civilizado, es condición esencial del sistema representativo. Sin ella no habría medio alguno de fiscalizar los actos de los funcionarios públicos y especialmente de aquellos que, como los senadores y diputados, no están sujetos a responsabilidad alguna legal”.
Si la libertad de la prensa está de tal modo asegurada en Chile, no se comprende cómo pretende afirmarse que las opiniones de la correspondencia epistolar—destinada o no a la publicidad — puedan llevar aparejadas un delito, mucho más cuando los arts. 9 y 50 del Código Penal disponen expresamente que se penarán los delitos consumados. Desde luego, en la exposición de las opiniones no cabe delito alguno.
No se comprende tampoco cómo el Juzgado ha podido decretar la prisión de una persona en virtud de las leyes 2.ª y 7.ª, título 34, libro 12 de la Novísima Recopilación, que disponen “la forma y el deber de pesquisar los delitos”.
Se comprende perfectamente que estas disposiciones legales se refieren al caso expreso de que exista un delito punible ante las leyes, y jamás pueden ser aplicables al hecho de propagar ideas que tienden al anarquismo, aunque sea en su forma más violenta, puesto que todos los habitantes de Chile tenemos el derecho de propagar las ideas que más se acomoden a nuestro criterio.
A pesar de que el señor Promotor Fiscal ad-hoc, a fojas 294, sustenta una teoría contraria a este principio ineludible, se ha visto con extrañeza que en la acusación abandonó el principio sustentado, pretendiendo sólo deducir una prueba fehaciente de las cartas arbitrariamente secuestradas.
Si el 14 de Marzo último el señor Fiscal y el Juzgado negaban mi excarcelación bajo de fianza, hallando el delito de subversión al orden público en las frases que dictara mi pensamiento libre, ¿cómo se podrá apreciar el hecho de que seis meses después aquel delito no existiera?
¿Ha sido un error de la autoridad judicial? Y ese error lo paga un individuo con siete meses de prisión en los calabozos de una cárcel!...
Todavía una coincidencia rara: el 11 de Marzo se me ponía en libertad bajo de fianza en el proceso sobre atentado contra la autoridad; y el mismo día el Gobernador pasaba al Juzgado la correspondencia motivo de mi última prisión.
Si el oficio del Gobernador y mis cartas fueron pasadas antes de mi libertad ¿por qué no se me detuvo inmediatamente por el nuevo delito que se había descubierto?
Y si fueron pasadas con posterioridad, ¿con qué derecho el Juzgado se apropiaba de una correspondencia particular?
Parece verse en todas estas coincidencias una faz especial, un sello inopinado, en los cuales a la burla hubiera querido añadirse el escarnio.
No quisiera ver en la magistratura que al paso de las nubes tempestuosas de situaciones más o menos difíciles, pudieran caer gotas que mancharan su blanca toga, porque la ley ha querido colocar en sus manos el honor, la libertad y la vida de los ciudadanos.
Pero cuando dirigimos el microscopio de la observación jurídica no podemos dejar en silencio esas desgraciadas coincidencias que pueden perturbar el criterio y acaso pudieran también llevarnos hasta hirientes deducciones.
Y sin embargo, en este proceso las coincidencias se eslabonan unas tras otras con regularidad perfecta, como la cadena de un artífice.
Incidentalmente hacía mención del secuestro y violación de mi correspondencia. Ahora falta establecer el delito y encontrar su autor entre las nebulosidades de este sumario, que parece se hubiera propuesto albergar en sus paginas un cúmulo de ficticios delitos para comprobar fehacientemente este último.
A fs. 286 el Gobernador del departamento dice:
“El alcaide de la cárcel me ha entregado una serie de cartas que el reo Luis E. Recabarren pretendía enviar hoy al sur de una manera furtiva y sospechosa.
Como es posible que esas comunicaciones arrojen alguna luz sobre los desórdenes provocados por la Mancomunal en la tarde del 7 del actual, me permito acompañárselas para que V. S. se sirva, si lo tiene a bien, decretar su apertura.”
El alcaide de la cárcel, declarando a fs. 286 vta., dice “que dicha correspondencia cerrada, menos una carta que se hallaba abierta, la puso a disposición del señor Gobernador.”
Y en mi declaración de fs. 288 el juzgado, a requisición mía, deja constancia de “que dicha correspondencia la entregó el alcaide de la cárcel al señor Gobernador y que este funcionario la remitió al Juzgado con oficio abierto.”
Esta última afirmación, autorizada por el secretario del Juzgado, hace fe en el procedimiento judicial, y no cabe lugar a duda que el autor de la violación de mi correspondencia ha sido el gobernador de este departamento, don Víctor Gutiérrez.
Aunque hubiera de aceptarse la declaración del alcaide de la cárcel, que afirma que una de las cartas iba abierta, queda en pié el delito, puesto que las otras ocho deben necesariamente haber sido violadas por el citado funcionario.
Este delito, penado expresamente por el artículo 155 del Código Penal, que ha permanecido hasta hoy impune y que fue aceptado por el Juzgado, puesto que sirvió de auto cabeza de proceso, no puede cohonestarse con la suposición de que mis cartas pudieran dar luz sobre los desórdenes acaecidos el 7 de Marzo.
Las leyes no autorizan a ningún funcionario público para violar la correspondencia; por el contrario, es digno de notarse que la ley 6.ª, título 13, libro 3.° de la Novísima Recopilación, refiriéndose en el inciso 9,º al caso en que los jueces necesitaren de alguna carta o pliego perteneciente a algún preso que lo estuviere de su orden, dispone que “deben pasar el correspondiente oficio al administrador respectivo, para que esa carta se entregue a los propios reos en presencia del juez i abierta por el mismo Interesado, quede a arbitrio del juez obrar como estime conveniente a justicia”.
El notable comentador de la Constitución Política, señor Huneeus, refiriéndose a la inviolabilidad de la correspondencia epistolar, art., 138 (147). se expresa así:
“La correspondencia epistolar es inviolable, dice la primera parte del articulo 147, sin imponer a ese principio limitación alguna, ni referirse a las que imponga la ley, como lo hace la Constitución en otros casos y, entre ellos, en la segunda parte del mismo artículo. De aquí se infiere que las autoridades carecen de facultad para interceptar o abrir la correspondencia epistolar y que están obligadas a hacerla llegar fielmente a su destino. Esta regla general y absoluta de la Constitución no tiene, a juicio nuestro, otras limitaciones que las que el Derecho Internacional autoriza en caso de guerra exterior.
Antes de la reforma efectuada en 1874 en el art. 161 de la Constitución, que determina los efectos del estado de sitio, pudo creerse que él facultaba al Ejecutivo para considerarse exento, en caso de conmoción interior, de la obligación de respetar la inviolabilidad de la correspondencia. Reducidas hoy las facultades extraordinarias a los especialísimos casos que señala la parte 6.ª reformada del art. 36, y determinados claramente en el nuevo art. 161 los únicos efectos que el estado de sitio produce, aquella opinión no será sostenible en sentido alguno”.
Establecida de una manera tan explícita la inviolabilidad de la correspondencia epistolar, no puede comprenderse cómo un funcionario público ha podido llegar hasta la audacia de cometer aquel delito, y no se nos alcanza tampoco cómo la autoridad encargada de velar por el cumplimiento de las leyes ha guardado silencio ante un delito comprobado por la misma autoridad.
De esta clase de anomalías nace la indignación que pudiera llevarnos a deducciones crueles, pero justas, dentro de la concepción más estricta del derecho.
De aquí que haya podido sostener anteriormente que el fruto de un delito no pueda justificar otro imaginario.
El delincuente está allí, decimos nosotros; hacia él debe encaminarse la verdadera justicia!
VI
Hemos llegado al término de este estudio y nos sentimos satisfechos!
Hemos expuesto rápidamente las doctrinas sociales que bullen en nuestro cerebro con las altruistas concepciones del bien.
Hemos manifestado con la verdad desnuda que nosotros buscamos la perfección de la humanidad, en todas sus manifestaciones.
Hemos comprobado que las florescencias del pensamiento pueden difundirse por el mundo, sin que el hálito de la ley llegue a tocar su esencia.
Hemos comprobado a la luz de las leyes y la práctica no interrumpida, que tenemos el derecho de expresar nuestras opiniones a la faz del mundo, sin restricción alguna.
Nos sentimos satisfechos!
Hemos manifestado los erróneos procedimientos de la autoridad, dejando palpablemente demostrado que en estos procesos ha habido vicios e intromisiones no sólo indebidas, sino delictuosas.
Hemos evidenciado, a la luz de la verdad y la razón, que la Combinación Mancomunal de Obreros no es ilícita, ni atenta contra el orden público, ni contra la hoy llamada propiedad particular.
Hemos evidenciado hasta la saciedad, que injustamente se ha querido envolvernos entre el repugnante ropaje del delito.
Nos sentimos satisfechos!
Ni hemos sido criminales, ni ha habido Sociedad ilícita, ni hemos atentado contra la autoridad.
Si la verdad es un crimen, si el bien es un delito, si el ejercicio del derecho es un abuso, si las espontaneidades del pueblo son una falta, ahí está nuestra frente para recibir el anatema: ella no se abatirá jamás.
-
Es innecesario reproducir las citas legales a que me he referido en el curso de esta contestación; y de acuerdo con ellas, y con el mérito de la prueba que oportunamente habremos de rendir, no dudo que el juzgado habrá de ordenar se sobresea definitivamente en esta causa, por los diversos delitos que se pesquisaban, dejando a salvo mi derecho para ocurrir ante quien corresponda por la violación de mi correspondencia ejecutada en la secuela del sumario. En esta virtud,
A V. S. suplico se sirva haber por contestado el traslado de la acusación pendiente.
Luis E. Recabarren S.
-
Este proceso está detenido por haberse promovido al juez, y el reemplazante haberse declarado implicado. Se espera la llegada del nuevo juez.
-
No creo necesario agregar ningún comentario; lo expresado en lo antes escrito bastará para que el lector se forme idea de la mala fe de todos los hombres que actuaron en este proceso en contra de la Sociedad Mancomunal y sus miembros.
La tenacidad de esa persecución ha pasado, pero los patrones, en su odio a los trabajadores, siguen expulsando y calumniando a los que se reconocen como miembros de esta Sociedad.
"EL PROLETARIO"
Periódico Semanal
Al servicio de los ideales demócratas i sociales
Y
"EL TRABAJO"
Periódico Semanal Social
Al servicio de la
Combinación Mancomunal de Obreros
Admiten suscriciones a la siguiente tarifa:
Tres meses $ 1.20
Seis meses “ 2.50
Un año “ 5.00
Se venden colecciones de los 20 primeros números de EL TRABAJO hasta el día del saqueo, al precio de $ 2.00
Pedidos a
LUIS E. RECABARREN S.
Casilla 32-TOCOPILLA—Chile
Del mismo autor
Folletos próximos a publicarse, cuya venta será toda dedicada a obras de utilidad social
1 Voces del corazon i del cerebro
Dos tomos: uno en prosa, i otro en verso
2 La consciencia
3 La Hijiene del lenguaje
4 ¿A dónde vas, prensa obrera?
5 El 7 de Marzo de 1904 en Tocopilla
HAI VARIOS OTROS EN PREPARACION
Para que todos se publiquen es necesaria la protección decidida de la clase obrera
ADICIONALES
DE DISTINTA COSECHA
¡El Progreso de las Ideas no es posible detenerlo!
Las necesidades expansivas del progreso intelectual traen como forzosa consecuencia el estudio de nuevas fórmulas del pensamiento y el descubrimiento de otros horizontes más amplios, más luminosos.
La actividad de las células cerebrales en las personas que quieren emanciparse de la ignorancia, siempre está en juego. Siempre busca algo de lo desconocido, de lo que sólo vislumbra entre nebulosidades.
Al igual que las mariposas, el hombre que desea instruirse siéntese atraído hacia las luminosas creaciones del pensamiento; no para quemarse las alas en su llama y en seguida morir, sino para dorarse con los brillantes reflejos de sus rayos, y remontarse en busca de la Verdad.
¡Qué bella es la luz del saber!
A sus resplandores huyen los explotadores del pueblo como bandadas de búhos siniestros; abandonan su presa los pulpos sociales, i el pobre, ese eterno peregrino, esa víctima de seculares perseguimientos, se trasforma, se yergue y busca con ansias la vida, la verdadera vida, esa que por derecho natural le pertenece y que a todas horas le es negada con cruel injusticia!
¿Qué es el saber para el pueblo sino la espada de sus derechos, la revelación de nuevas facultades de que puede hacer uso perfecto?
Por eso es que los que viven de las desgracias del pueblo no se conforman, no pueden conformarse con que éste busque el saber, se instruya en sus derechos, y por consecuencia, reclame su parte de felicidad.
¡Hay de los explotadores del trabajo el día en que las claridades del saber alumbren por completo el oscuro alvéolo de los obreros todos! ¡Hay de los gobiernos y de sus leyes mentirosas; de los mistificadores de las conciencias; de los pretorianos del capital; de los industriales sin entrañas; de los que parasitan al calor de religiones estúpidas y truhanescas; de los que comercian con la voluntad y la ignorancia de los pueblos; de los que la turbamulta llama héroes, cuando no pasan de ser charlatanes, algunos peligrosos, como los guerreros!
¡Hay de todos ellos!
Que la luz del saber, una vez que alumbra la mente, es imposible oscurecerla, y sus efectos son peligrosos para los que no viven del trabajo honrado y llevan en la conciencia el fardo de sus propios crímenes!
La Combinación Mancomunal de Obreros, extendida hoy por todo el país, del Norte al Sur, lleva envuelta entre los jirones de su bandera roja haces de luz brillante que alumbran el camino del derecho proletario, haciéndolo resurgir vigoroso y tenaz.
Y es porque ha formado con esos derechos un programa, y con la instrucción, con el saber, una enseña, golpeando con tal bagaje a las puertas de los que necesitan armarse con estos elementos, porque se la ha combatido y perseguido sin tregua.
Examinemos sus pretendidos delitos.
La ignorancia es un pesado lastre que impide el libre ejercicio de la inteligencia y de la voluntad. El ignorante es un objeto de fácil manejo para los pillos. Estos juegan con la voluntad de aquellos, igual que el domador con sus cachorros. Criminal es aquel que viendo a un hombre honrado ser presa de las celadas de un bandido no se precipite a salvarlo, mostrándole el peligro.
Los proletarios de Chile, iguales en condición social a cualesquiera de los más infelices del resto del mundo, estaban hasta hace poco privados de la luz de la sociabilidad y de la unión, eran fácil pasto de explotaciones de todo género: patrióticas, políticas, económicas, religiosas, etc. Eran más ni menos que el hombre honrado que es víctima confiada de los bandoleros. Su vida se deslizaba entre el trabajo brutal excesivo, mal remunerado, y los vicios con que creía desquitarse de las penalidades de su suerte.
Pero trasmontando cordilleras y salvando océanos, se extendió por las llanuras de Chile el eco sonoro y alegre de los clarines socialistas del Viejo Mundo; esos clarines que en notas de bronce van cantando la redención de los humildes y de los parias, el hosanna de los derechos humanos y de la igualdad social.
Este eco sobrecogió la atención de muchos anónimos héroes del trabajo en esta tierra, y prestándole atento oído, se apercibieron por primera vez de que sus corazones latían entusiasmados con aquellas vibraciones del clarín, despertando a la vida de las sensaciones profundas, a la vida del Amor, a la vida del Derecho!
Y ese eco despertó también el deseo del estudio, el ansia del saber, el anhelo de la justicia y la necesidad de las sociales reivindicaciones.
Esos héroes anónimos que recogieran los primeros ecos se encargaron entonces de hacerlos conocer de sus demás hermanos de desgracia, y se multiplicaron en su tarea hasta hacerla sentir de todos, desde las ardientes llanuras de Tarapacá hasta las glaciales regiones de Magallanes.
Y nacieron los odios populares contra su mísera condición, esos odios violentos que tienen algo del huracán de las selvas y de la sublimidad de la muerte!
Y vinieron con los odios las esperanzas!
Y surgieron los luchadores!
Y aparecieron, en proficua floración, las nuevas instituciones de combate al abuso, a la explotación, al privilegio.
Y se levantaron las Mancomunales con sus briosos empujes!
¿Hay en esto un delito, hay un crimen?
¿No es ello el espontáneo y fatal corolario de una época, de muchas épocas de servidumbre y de ignorancia?
¿Por ventura la naturaleza se detiene en su eterna renovación de todo lo creado?
¿Es posible impedir siempre la marcha del progreso?
Y ya se sabe: la expansión intelectual trae como consecuencia forzosa el estudio de nuevas fórmulas del pensamiento y el descubrimiento de otros horizontes más amplios, más luminosos...
Las acusaciones contra las Mancomunales y sus heraldos son muchas, al decir de jueces y fiscales.
Para ellos, verdaderos hongos sociales, sin utilidad alguna para la felicidad humana, constituyen delito, y muy enorme, el ayudar al compañero a zafarse de las trabas que le impiden desenvolver libremente sus facultades y su personalidad.
Delito es no dejarse robar el trabajo, reclamar buen trato, negarse a ser víctima de muerte prematura, desobedecer órdenes tiránicas, no prestarse a servir de carnada guerrera, instruir a los demás trabajadores en sus derechos, tener un carácter y una voluntad, etc.
Por ejemplo, uno de los mayores cargos que al Redactor de EL TRABAJO de Tocopilla hacen jueces y fiscales es por su propaganda antimilitarista, pretendiendo hacerlo responsable de algo que para el criterio moderno, antes que delito es motivo de satisfacción y de aplauso, porque envuelve la idea humanitaria y feliz de acabar con una institución que, además de su carácter parasitario, representa una amenaza constante para la fraternidad de individuos y sociedades.
En efecto, ¿cuál es el origen del Ejército y cuál su papel directo cerca del pueblo?
El Ejército nació con las primeras ambiciones de los hombres, cuando alguno de éstos, en su fiebre de acaparación de cuanto Naturaleza había formado para uso y provecho de todos, quisieron guardar exclusivamente para sí la propiedad de los productos del trabajo general y la potestad sobre los demás hombres.
Se creaba, pues, una institución de carácter esencialmente autoritario y violento, y que andando el tiempo ha venido a ser árbitro de las cuestiones de más trascendencia en la vida de los pueblos, dejando tras de su paso una huella sangrienta y abominable, que puede verse en cualquier punto de los hemisferios del globo terrestre.
Sirviendo al objeto para que fue creado, el Ejército ha estado en todo tiempo y en todos los países al servicio de las tiranías, sean ellas monárquicas o republicanas, para ahogar con el humo de sus cañones o con el ruido de sus machetes la voz de protesta del pueblo hambreado o los gritos de indignación de los hombres que sufren las consecuencias y los excesos del poder. Ha convertido la vida de los pueblos, de suyo lastimosa a consecuencia de sus otros defectos orgánicos, en una continua y dolorosa tragedia que amenaza concluir con la especie.
La fuerza armada ha sido el factor principal que ha encendido las revoluciones políticas y ha levantado los tiranos. Nerón, Enrique IV, Luis XVI, Paris, Rozas, Nicolás II, Humberto I y tantos otros no habrían ensangrentado el suelo de sus respectivos países con sus instintos feroces de represión, si no hubieran contado con el apoyo de las bayonetas de los ejércitos; ni siquiera habrían ejercido por un día su poder autocrítico a no confiar en la fuerza de sus esclavos de uniforme.
En cuanto a lo que se relaciona con el pueblo trabajador, ¿quién no puede presentar pruebas de lo que son capaces los esclavos de la disciplina cada vez que los obreros de Francia, de Bélgica, de Italia, de España, de Inglaterra, de Estados Unidos, de la Argentina, de Chile, del mundo entero, manifiestan su descontento social o político?
¿Y quién puede negar que es el Ejército el que mantiene en pié, para vergüenza de la civilización de que tanto se habla, las guerras interiores y externas, las cárceles y presidios, el juez y el verdugo, la guillotina y la horca, la esclavitud de las masas, la imposición de las religiones y de los cultos, el gobierno de unos pocos y el obedecimiento resignado de muchos; en fin, cuanto de malo, de ilógico y de absurdo contiene la actual forma social?
¿Es posible negar estas constataciones de palmaria verdad de los criterios independientes y honrados?
¿Y cuál es el producto que el Ejército entrega a la sociedad que le confía uno de sus individuos? cuál la acción de la disciplina militar, esa momia de remotos tiempos, conservada tan cuidada y religiosamente hasta nuestros días?
Entra un ciudadano al cuartel y se apodera de él, antes que dé dos pasos adentro de la puerta, la disciplina, por intermedio de códigos brutales, inhumanos, asesinos. La tendencia sucesiva será anular en ese soldado de la patria todo sentimiento honrado, toda independencia de criterio para pensar y obrar conforme a su raciocinio; cambiar al hombre por medio de la sumisión incondicional a los jefes en un ente de ridículas maneras, atento al gesto o al monosílabo del superior para cumplimentarlo; sustituir la persona autómata y servil a la personalidad consciente y al yo propio; cambiar su voluntad soberana por la de los que lo mandan, sin serle permitido siquiera el derecho sagrado de la protesta y del disentimiento pasivos; y, por último, trocar la blusa del artesano, del obrero, esa blusa que es el emblema de la civilización misma, del progreso material de las sociedades, por una indumentaria ridícula, signo inequívoco de la inconsciencia y de la degeneración mental de quien la lleva.
Ahora, por lo que atañe a sus actos derivativos, el pueblo es quien puede hablar por nosotros y decir el género de sentimientos que experimenta en presencia de los brutales actos que el Ejército comete con él cada vez que se lo mandan los gobernantes; cada vez que ejecuta las grandes rondas o cacerías de hombres que llaman servicio obligatorio; cada vez que impone silencio tan sólo con un gesto a las multitudes que piden justicia...
Y decir esto a todas horas, con el convencimiento de lo verdadero; mostrar al pueblo estas aberraciones sociales; deducir y analizar las consecuencias que fluyen espontáneas de estos hechos, constituye delito, crimen, monstruosidad, que el osado debe pagar con cárcel, deportación y muerte, si a mano viene.
Porque es audacia temeraria que alguien se atreva a bombardear con los proyectiles del pensamiento hablado o escrito,—los más temibles para quienes quisieran vivir eternamente sembrando el engaño y sosteniendo la ignorancia,—el edificio donde habitan los conculcadores del pueblo, los mistificadores de todo derecho.
A nuestro juicio, los redactores de las hojas mancomunales han hecho obra meritoria y de valentía atacando, entre las demás verrugas sociales, al militarismo.
Conviene al progreso de las ideas de libertad proletaria, que los falsos ídolos salten de su pedestal a impulsos de la crítica razonada.
Conviene a la dignidad de los trabajadores, que abran sus ojos a la luz del pensamiento, para que no sean siempre las seculares víctimas.
Conviene a la gestación de la humanidad libre y feliz de futuros tiempos, que se forme conciencia en el pueblo de todos y cada uno de los males que aquejan hoy al organismo social.
Y estas ideas que se manifiestan ya clara y definidamente en todos los pueblos del mundo, producto son de la luz de la razón y del saber, consecuencia del progreso de las ideas, ley fatal de la experiencia y del desarrollo de los hechos históricos.
A los luchadores de estas ideas de redención puede cambiárseles, anulárseles por la fuerza bruta, despedazárseles si se quiere, entre las airadas maldiciones de los opulentos y las fingidas manifestaciones de la hipocresía de muchos; pero la idea generadora, la sublime creación de los cerebros-soles del Socialismo, representativa de una vida completa y feliz, esa no podrá anularse, no podrá morir!... Jamás!
Que el progreso de las ideas del Bien y de la Verdad no es posible detenerlo!
Nicolás Rodríguez.
Gota a gota el agua rompe la piedra...
Pueblo: si luchas con paciencia y energía romperás los obstáculos que te impiden ser feliz y libre.
Esta vieja sentencia: «gota a gota el agua rompe la piedra» es tan conocida que todo el pueblo debiera tenerla presente para aplicarla en todas las circunstancias de la vida.
Si la piedra es vencida por el agua, si el fierro y todos los duros metales son vencidos por el fuego, es muy razonable esperar que los obstáculos que hoy se oponen a la felicidad de los pueblos, sean vencidos, si esos mismos pueblos se proponen vencerlos por su propia conveniencia.
Quien porfía mucho alcanza; los hombres que porfían tenazmente por mejorar su desgraciada situación, llegarán a conseguirlo.
***
Todos los trabajadores sufren por diversas causas, pero todo tiene remedio.
Para los trabajadores que sufren nacieron como remedio infalible las Mancomunales y las sociedades gremiales que tienden a mejorar al trabajador en el trabajo y la desgracia.
En las Mancomunales encontrarán medios para educarse, para olvidar los vicios que nos causan tan grandes daños; encontrarán recreos y diversiones que les procuren reales placeres, que satisfagan los apetitos del espíritu.
Los vicios sólo procuran falsos placeres que conducen a la ruina.
En las Mancomunales encontrarán los proletarios medios y ayudas para mejorar su trabajo, y en las horas de desgracia y aun hasta después de la muerte.
Trabajadores: corred a las Mancomunales!
***
Los luchadores, los que agitan los nervios obreros para dar animación a los dormidos, no olviden esta sentencia: «Gota a gota el agua rompe la piedra».
Tenemos fe en que la unión de todos los obreros obrará prodigiosamente para conquistar lo que buscamos: Justicia, Libertad, Amor, Arte, Verdad, Moral...
El egoísmo, ignorancia y corrupción es un obstáculo para nuestras ideas. Esto es la piedra. Nuestra propaganda persistente, enérgica, tenaz, será el agua que romperá esa piedra y la disolverá.
Luchadores y agitadores socialistas, no hay que desmayar cuando hay conciencia de que se va por buen camino. Quien reconozca que hoy domina la corrupción y no lucha por extirparla y vencerla será cómplice de la maldad.
***
Cuando el Pueblo esté totalmente unido a la sombra de ideales de Justicia, de la gran Justicia en donde se resuelve todo el problema humano, habrá llegado el momento de hacerlo dar el último paso... El último paso que vencerá a la corrupción burguesa para hacer desaparecer hasta los más pequeños átomos corrompidos que envenenan el ambiente humano.
Necesitamos un ambiente puro que sea la corona de nuestro triunfo.
Para obtener este resultado final de demoler la piedra burguesa, hay que aplicarle el fuego a gran presión. El fuego santo de nuestra unión. Cada obrero es un carbón para este combustible. Júntense todos los obreros, y la llama de esa unión quemará esa piedra burguesa, guardando lo bueno y arrojando las escorias inútiles.
Luis E. Recabarren S.
De sociólogos ilustres
Sobre el militarismo
El ejército es la escuela de la igualdad, nos dicen los asalariados de la burguesía; la igualdad en el embrutecimiento, sí; pero no es ésta la igualdad que nosotros queremos.
—El ejército es sólo una escuela de desmoralización; no puede producir más que policías, vagabundos y borrachos.
—Si queréis acabar el tiempo de servicio militar sin contratiempos, dejad con vuestro traje civil todo instinto de dignidad personal; esconded en lo mas recóndito de vuestro corazón todo sentimiento de independencia; las virtudes y el honor militar exigen que no seáis más que máquina de matar, brutos pasivos.—J, Grave.
*
El militarismo sacrifica los seres humanos por millares; el canibalismo de a uno aisladamente. ¡He ahí la diferencia entre civilización y barbarie.
—El soldado es hoy en día un pretoriano, un policiaco al servicio de los hartos contra los hambrientos. Quitadle el hambre a los hambrientos, vosotros los hartos, y no necesitareís más ni soldados, ni pretorianos, ni policías.— N. N.
*
El ejército tiene por objeto el orden interior, y por pretexto la defensa exterior.
—Gracias a la idea de patria, vemos florecer los ejércitos permanentes, fácilmente formados por el servilismo del proletario, servilismo que es una supervivencia de milenarias servidumbres.—A. Hamon.
*
Hoy día, el cuartel es lo que no era en otro tiempo, próximo pariente del Seminario. El uniforme está mas estrechamente abotonado que la sotana. El pecho humano no está menos oprimido en uno de estos estuches que en el otro. La obediencia pasiva, la misma en el hombre de iglesia que en el hombre de guerra, parece tener por objetivo hacer enanos. El casco, lo mismo que el birrete, apoca el cerebro. Todas las prescripciones de obediencia pasiva son otras tantas cosas que comprimen al hombre, le deforman y le empequeñecen.
—¿De qué color es este muro?
—Blanco, mí coronel?
—Te digo que es negro. ¿De qué color es este muro?
—Negro, mi coronel.
—Bien; eres un buen soldado.—VÍCTOR Hugo.
*
¡Oh! Nunca podré olvidar la impresión que me causó la primera vez que vi azotar! (cuando cumplía mi servicio militar). No se borrarán jamás de mi corazón las huellas dolorosas que me produjo ese acto. Entonces comprendí "por todo mi ser", que cualquiera que sea la razón con que se pretenda justificar aquello, es una crueldad y crimen inauditos.—Max-Turner.
*
La guerra no es otra cosa que la barbarie organizada, una herencia del salvajismo, encubierto bajo mentidas, bellas y útiles instituciones, y defendido por falsas apologías. —Luis, rey de Holanda.
Sobre el problema social
El pueblo tiene hambre, el pueblo tiene frío. La miseria le impulsa al crimen o al vicio, según el sexo. Tened piedad del pueblo, a quien el presidio arrebata los hijos y el lupanar las hijas. Tenéis demasiados presidiarios; tenéis demasiadas prostitutas. ¿Qué prueban estas dos úlceras? Que el cuerpo social tiene un vicio en la sangre.—Víctor. Hugo.
*
La ebriedad en la legislación es motivo suficiente de exensión de pena, aun para los más grandes crímenes; más el hambre no. ¿Quién podrá dudar, con semejante prueba a la vista, qué clase es la que ha hecho las leyes?—X. X.
*
Si en una noche, nuestros reyes, nuestros hombres de Estado, nuestros Ministros, nuestros magistrados, abogados, ricos burgueses y grandes propietarios, dejasen de vivir, la sociedad no padecería absolutamente nada con su desaparición; al paso que si muriesen todos los trabajadores de la ciudad y del campo, la sociedad se hundiría en la noche.—Saint Simon.
*
La habilidad de los gobernantes consiste en conceder o aparentar que se concede a los operarios tanto cuanto ellos piden, y aun más de lo que piden, sin por eso dejar de arrebatarles indirectamente y muy a menudo tanto o más de lo que se ha concedido en block o abiertamente.—Senador Vitelleschi.
*
¿Conocéis a los verdugos del pueblo? Se llaman reyes, príncipes, aristócratas, sacerdotes de cultos blasfemadores, capitalistas sin corazón, militares sin conciencia y meras máquinas de destrucción, abogados de todas las causas, jueces de venganza y odio, legislaciones débiles o corrompidas, comerciantes que explotan el hambre de los pobres, negociantes en prostitución y en esclavos y corruptores de la juventud.
—Los tiranos y las escuelas de los tiranos han enseñado la mentira capital, diciendo que es necesario sacrificar el libre pensamiento en aras de la felicidad social. Esta mentira es verdadera decapitación de la humanidad. No contentos con someter la voluntad y el cuerpo por la fuerza, para hacer a los hombres instrumentos de explotación y esbirros de sus semejantes, no han reposado tranquilos hasta no llegar a pervertir la razón y suprimir con el terror religioso el pensamiento. — Francisco Bilbao.
*
Un obrero sin estómago, ni órganos genitales, ni cerebro; que no comiera, ni pensara, ni sintiera las dulces afecciones pasionarias del amor que reproduce; un obrero automático, artificial, de acero, en fin, que trabajara sin descanso, maquinalmente, tal sería el obrero preferido por los capitalistas en sus ansias locas de lucro y dominación. — Donato Luben.
*
Porque la injusticia de nuestra sociedad nos ha hecho nacer pobres, ¿es preciso que nos resignemos a ser siempre bestias de carga a vuestro servicio? ¿Debemos renunciar para siempre al desarrollo de nuestras facultades, consintiendo que una minoría acaparadora de los medios de desarrollarlo nos prive de ello? No, no esperéis detener las reivindicaciones que amenazan arrancaros este estado de cosas que os es tan querido.—J. Grave.
*
La sociedad burguesa está organizada de modo que, para asegurarse la libre posesión de la propiedad, defiende al rico contra el pobre; es decir, protege al que posee algo y escarnece al que no posee nada.—Adan Smith.
*
Los poetas verán tiempos futuros que superaran tanto a los pasados como el oro a todos los demás metales. Entonces verán los filósofos la república tan perfecta por ellos descrita, y que todavía no existió en la tierra.—T. Campanella.
*
La lucha por la existencia es una expresión metafórica. No significa precisamente que los seres orgánicos estén condenados a perpetua y encarnizada pelea (como sucede entre los hombres, por un error sistemático), sino que están sometidos a una elaboración continua de aptitudes útiles para la vida.
Cuando pienso en todos los males que he visto y que he sufrido, procedentes de odios nacionales, reconozco que todo eso reposa sobre una grosera mentira: ¡el amor de la patria! —Tolstoy.
Un par de palabras
Aun hay muchos obreros que rehúsan unirse, mirando con indiferencia la miseria en que viven.
Muchos también son nuestros enemigos: Unos huyendo de la sociabilidad obrera, otros militando en los partidos políticos burgueses, dando su apoyo a los propios enemigos.
Esta última persecución hecha por el Gobierno a los pobres en Tocopiila, Taltal, Chañaral, Lota, Lebu y otros pueblos, nos trae una demostración evidente del odio que el rico, que el patrón, que el Gobierno profesa a los pobres, sobre todo a los que piensan en estudiar y emanciparse de la ignorancia.
En esta campaña de odios hecha por los burgueses, ya como gobernadores, como jueces, como fiscales, como Ministros de Cortes y aún como Ministros de Estado y hasta el mismo mal agradecido del Presidente Riesco, elevado con el apoyo popular, campaña hecha contra el pueblo, ha quedado perfectamente en claro que nosotros los trabajadores nada tenemos que esperar de la canalla reinante, a no ser mayores azotes.
Todos esos burgueses divididos en bandos políticos llamados balmacedistas y radicales, o conservadores y liberales, en tiempos de elección halagan las pasiones del pueblo y lo engañan con sus acostumbradas mentiras hasta que por su concurso llegan al poder, desde donde se convierten en los verdugos del pobre que les ayudara.
Estos últimos azotes que hemos recibido, cuando gobernaban al país los partidos balmacedista y radical, partidos que en los últimos tiempos han encontrado cierto apoyo en la masa del pueblo, debido a los embustes que pregonan en sus diarios i choclones, han concluido por llevar a nuestro espíritu el real convencimiento de que los burgueses no serán jamás los amigos del trabajador.
El partido balmacedista, el último nacido sobre el charco sangriento de una revolución en que peleaban los ricos sacrificando a los pobres, llegó a los pueblos ofreciendo el non plus ultra de las libertades, ofreciendo perfeccionar el sistema de gobierno y mil maravillas que hasta hoy no ha cumplido; pero, en cambio, este partido se lanzó a la victimación de los obreros y, por medio de sus Gobernadores y Ministros, como Víctor Gutierrez en Tocopilla y Manuel E. Ballesteros, como Ministro del Interior, se nos encarceló, se nos robó, se nos sableó y se nos asesinó de la manera mas infame. Se violaron todas las leyes, incluso las del decoro, se escarneció la libertad, se prostituyó la justicia y se blasfemó al pueblo.
Todos los pueblos han visto la brutalidad ejercida por el gobierno en los últimos meses y ninguno de esos partidos que mienten amor al pueblo, ha procurado, no diré castigar aquellos abusos, pero ni siquiera corregirlos ni detenerlos.
Pero ante estos hechos que arrancan gritos de sublevación no podemos permanecer en silencio y el pueblo trabajador debe castigar a los malvados de una manera inflexible.
En las futuras elecciones para el año 1906 vendrán llenos de cinismo a llamar al pueblo y a ofrecerle lo que le están ofreciendo hace ya cien años, sin cumplir una sola de esas promesas.
Los adelantos que el pueblo haya conquistado se los debe a sí propio, a su iniciativa, a su labor realizada desde el solio de la sociabilidad obrera.
Pronto llegará, pues, la hora de castigar a la burguesía que se burla de los fueros del pueblo.
Luis E. Recabarren S.
[Contratapa]
EDICION DE DIEZ MIL EJEMPLARES
AJENCIAS JENERALES
PARA LA VENTA DE MIS FOLLETOS
TODAS LAS MANCOMUNALES DEL PAIS
El Autor, TOCOPILLA, Casilla 32
« SANTIAGO DE CHILE »
Zenon Torrealba, San Francisco 829.
Congreso Obrero, Casilla 248.
Nicolás Rodríguez, imprenta El Chileno.
« VALPARAISO »
Clotilde Ibaceta, Carrera 32, Baron.
J. Joaquin Salinas, Independencia 61.
Carmela Jeria, Prieto 94.
Cárlos V. Cortes, Carrera 21.
*
Los compañeros que quieran contribuir a la propagacion de nuestras ideas i se interesen por la total colocacion de este folleto pueden comprar 5 ejemplares por DOS PESOS i venderlos a sus amigos i compañeros.
[1] Con este telegrama el Ministro del Interior violaba la ley aconsejaba a sus subalternos la violación.
[3] Todos los documentos que forman la cabeza del proceso son tan estúpidos, que ni vale la pena reproducirlos, ni arrojan ninguna expresión que pueda considerarse para procesar a gentes honradas. Entre ellos está el telegrama del Ministro; la carta del teniente, copiada en la introducción; la carta del Presidente de la Mancomunal, de la que se citan algunos párrafos; y otros demasiado insulsos, hasta terminar con la misma acusación del Promotor Fiscal, de la que hemos copiado lo más sabroso.
[4] El receptor pasó al Juzgado una nota en que daba cuenta que yo acaté la orden del Juzgado; y a pesar de esto, el juez ordenó mi prisión incomunicada. Yo entregué la imprenta, considerando suficiente mi protesta, unida a la del pueblo y los actos posteriores, pero animado de la idea de que al llevarse el juez esa imprenta, quedando yo libre podría establecer inmediatamente otra, y entonces la intención de la autoridad de apagar nuestra voz quedaba burlada. Mi larga prisión me impidió realizar en el acto esta idea; más, hoy, como un castigo a la misma autoridad, administro dos periódicos obreros: El Trabajo, al servicio de la Sociedad Mancomunal, y El Proletario, al servicio de la Asamblea demócrata.
Se nos secuestró una imprenta para enmudecer la voz de un periódico, y como consecuencia de esta maldad, hoy son dos las voces periódicas que defienden los fueros de la clase obrera en Tocopilla, propagando sus sanos ideales para instruir a los que aun ignoran la verdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario