jueves, 20 de enero de 2011

Doña Embriaguez


El Marítimo. Antofagasta, 24/septiembre/1904.
DOÑA EMBRIAGUEZ
Para El marítimo.
Todo el mundo reconoce que el vicio de la embriaguez es el peor de los vicios, porque él acarrea todas las fatales consecuencias que abruman a la humanidad.
Casi es creencia general que el pobre bebe más que el rico, pero esto es un error. Lo que el rico gasta en una noche, muchas veces, el pobre no lo alcanza a gastar en un año. Más días en el año pasa borracho el rico que el pobre. Y si esto no se nota es porque los ricos son menos que los pobres y aun más resistentes en atención a su alimento mejor.
Si los pobres se dieran exacta cuenta del mal irreparable que se hacen a si mismos con el vicio de la embriaguez y si sintieran un poco de más amor por sus familias, no trepidarían en abandonar este vicio.
El licor les quita el trabajo, el pan, el vestido y el hogar y aun el honor.
Da pena considerar que innumerables seres sufren las consecuencias del vicio.
El licor es la puerta de la cárcel, del prostíbulo y hasta levanta patíbulos.
La afrenta de este vicio sólo la recibe el pobre. El rico queda libre.
Pero de la embriaguez sacan un beneficio aquellos caballeros ricos que se llaman Errázuriz, Tocornal, Urmeneta, Subercaseaux, Concha y Toro y otros que son los ricos grandes fabricantes de vinos y otros licores. Todos estos como patrones y como gobernantes de Chile hacen su agosto fomentando la embriaguez pues así explotan doblemente al pueblo.
Mientras el trabajador presta su apoyo comercial a todos esos caballeros, tendrán que sentir sobre sí el peso de la tiranía y de la explotación.
El que menos de esos caballeros tendrá diez millones de pesos; Errázuriz tiene cuarenta millones, todos salidos del bolsillo del pobre obrero, por medio del engaño, del vicio y de la explotación del salario y otros medios de que se valen.
Con ese dinero pagan soldados y desgraciados que se convierten en verdugos del pueblo. Esa es nuestra desgracia.
Abandonemos el vicio del licor, compañeros, ya veis los males que nos ocurren. Alguna vez siquiera pensemos en aliviar nuestros males; alguna vez siquiera pensemos en la felicidad de nuestra familia.
¡Abajo la embriaguez! ¡Muera el licor!
¡Viva el honor de los trabajadores!
Luis E. Recabarren S.
Cárcel, Tocopilla.

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