El Socialista, Antofagasta
19/07/1919
EL VALOR DE LA FUERZA COLECTIVA
Cuánto vale el obrero aislado
Cuánto vale el obrero reunido a
sus demás compañeros
CONCEPTOS Y DOCTRINAS QUE
SIEMPRE DEBEN CONVERSAR LOS OBREROS. COMO SE DEBE ESTIMAR EL VALOR DE LA
CULTURA SOCIAL. POTENCIA REAL QUE ADQUIRIRÁ EL SINDICATO O FEDERACIÓN.
Construyamos mientras otros
destruyen
El objetivo del sindicato no
podrá alcanzarse sino mediante la existencia de una fuerza colectiva, cuyo
valor consiste en la más perfecta educación de esa fuerza.
Educada e instruida la fuerza
colectiva en el objetivo que le ha dado existencia, su aplicación debe ser obra
inteligente y metódica. Para emplearla debemos tener siempre presente el programa
de nuestras aspiraciones.
La fuerza aplicada para obtener
la mejora del salario, la disminución del horario, el mejoramiento del trato y
de la higiene, debe conceptuarse tan sólo como medio y ensayo que nos revele el
valor de esta fuerza, destinada a la noble labor de “organizar la sociedad” en
la forma que nos libre de la esclavitud y de la miseria.
La mejora del salario y demás
anexos porque hasta la fecha se ha luchado, sólo podemos considerarla como lo
más insignificante de nuestras conquistas y como actos “preparatorios” para
nuestra labor del porvenir.
Cuando pensamos que el sindicato
debe ser una fuerza competente para establecer el bienestar social debemos
admitir que esa fuerza debe alimentarse para obtener beneficios de dos maneras
fundamentales:
Primera, los beneficios que se
puedan obtener sin molestar para nada a la clase capitalista.
Es decir, los beneficios que
produzcan la propia acción interna del sindicato o federación.
Segunda, los beneficios que
deban obtenerse de la lucha con el capital para aminorar la explotación y
hacer desaparecer toda forma de subordinación humana.
Estas dos maneras pueden ir
luchando paralelas.
Es digno establecer que la
fuerza sindical, al desarrollarse, vaya formando ambiente capaz de influir en
el ánimo individual y colectivo.
Si la fuerza del sindicato da a
los afiliados mejor salario y menos horas de trabajo, es justo velar porque
este beneficio no se dedique al vicio y a la degeneración, porque entonces no
resultará obra redentora ni libertadora.
No debemos desconocer que en el
ánimo de la clase explotadora y opresora ejerce influencia moral y material la
calidad moral y culta del explotado.
Los obreros más capacitados, más
cultos, más honestos, generalmente son mejor rentados y considerados que
aquellos obreros que, desgraciadamente, no disfrutan de esas ventajas. Por
esto, la fuerza colectiva del sindicato no debe olvidar este factor.
Todavía debemos convencernos de
que los individuos más capaces, más honestos, constituyen las fuerzas más
efectivas. El sindicato que logre formar el mayor número de individuos
capacitados y moralizados hasta el más alto grado posible y siempre en
progresión, será el que avance más en el terreno de las conquistas efectivas,
el que se acerque más pronto a la socialización de los instrumentos de
trabajo, a la abolición de la esclavitud disfrazada con el nombre de salario.
No se trata de meros sentimentalismos, ni de una moral de sacristía,
inadmisible para nosotros. ¿Se han tomado en cuenta estos factores en el
transcurso del pasado? ¿Se necesitará tomarlos en cuenta para hoy y en
adelante?
El valor debe ser real para que
ejerza influencia efectiva y permanente. La fuerza, si es efectiva, produce el
resultado que se busca con su aplicación. Un sindicato no triunfará en una
acción emprendida, si para el objetivo que se propone no tiene la “fuerza
adecuada”, moral y material a la vez. Si examinamos el valor de esta expresión,
la encontraremos exacta a la verdad.
La Federación no solamente debe
ser también la fuerza que eleve el salario, sino que también la que garantice
su mejoramiento progresivo, primero; y su desaparición después.
No resultará efectivo el aumento
del salario si los obreros no asociados se conforman con salarios inferiores, y
si el sindicato no exige para todos un igual salario e igualmente exige la
asociación de todos. Por esto de día en día, nuestras proyecciones futuras
deben basarse en exactitudes, en hechos concretos, desde todo punto de vista.
Tomemos un ejemplo: Un sindicato
que —sub-dividido en los grupos que la industria obligue— cuente con un número
de cotizantes equivalente al 80 por ciento del total de obreros que trabajan en
ese rubro, cuya preparación moral y educativa esté en relación con lo antedicho
y que su potencia se revele:
por su correcta administración,
vista y fiscalizada por todos sus componentes;
por la numerosa concurrencia a
todos los actos realizados constantemente;
por sus producciones
intelectuales, manifestadas en conferencias, periódicos y folletos;
por el movimiento de su
biblioteca;
por las conquistas realizadas;
por su moral dominante;
por las mejores relaciones que
tenga con sindicatos de la misma industria en los pueblos vecinos y lejanos, y
por sus relaciones con los sindicatos de otras industrias.
Un sindicato o una Federación
como la nuestra, en estas condiciones tiene las probabilidades del éxito a su
favor.
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