sábado, 5 de febrero de 2011

El valor de la fuerza colectiva


El Socialista, Antofagasta 19/07/1919
EL VALOR DE LA FUERZA COLECTIVA
Cuánto vale el obrero aislado
Cuánto vale el obrero reunido a sus demás compañeros
CONCEPTOS Y DOCTRINAS QUE SIEMPRE DEBEN CONVERSAR LOS OBREROS. COMO SE DEBE ESTIMAR EL VALOR DE LA CULTURA SOCIAL. POTENCIA REAL QUE ADQUIRIRÁ EL SINDICATO O FEDERACIÓN.
Construyamos mientras otros destruyen
El objetivo del sindicato no podrá alcanzarse sino mediante la existencia de una fuerza colectiva, cuyo valor consiste en la más perfecta educación de esa fuerza.
Educada e instruida la fuerza colectiva en el objetivo que le ha dado existencia, su aplicación debe ser obra inteligente y metódica. Para emplearla debemos tener siempre presente el progra­ma de nuestras aspiraciones.
La fuerza aplicada para obtener la mejora del salario, la disminución del horario, el mejoramiento del trato y de la higiene, debe conceptuarse tan sólo como medio y ensayo que nos revele el valor de esta fuerza, destinada a la noble labor de “organizar la sociedad” en la forma que nos libre de la esclavitud y de la miseria.
La mejora del salario y demás anexos porque hasta la fecha se ha luchado, sólo podemos considerarla como lo más insignificante de nuestras conquistas y como actos “preparatorios” para nuestra labor del porvenir.
Cuando pensamos que el sindicato debe ser una fuerza competente para establecer el bienes­tar social debemos admitir que esa fuerza debe alimentarse para obtener beneficios de dos maneras fundamentales:
Primera, los beneficios que se puedan obtener sin molestar para nada a la clase capitalista.
Es decir, los beneficios que produzcan la propia acción interna del sindicato o federación.
Segunda, los beneficios que deban obtenerse de la lucha con el capital para aminorar la explo­tación y hacer desaparecer toda forma de subordinación humana.
Estas dos maneras pueden ir luchando paralelas.
Es digno establecer que la fuerza sindical, al desarrollarse, vaya formando ambiente capaz de influir en el ánimo individual y colectivo.
Si la fuerza del sindicato da a los afiliados mejor salario y menos horas de trabajo, es justo velar porque este beneficio no se dedique al vicio y a la degeneración, porque entonces no resul­tará obra redentora ni libertadora.
No debemos desconocer que en el ánimo de la clase explotadora y opresora ejerce influencia moral y material la calidad moral y culta del explotado.
Los obreros más capacitados, más cultos, más honestos, generalmente son mejor rentados y considerados que aquellos obreros que, desgraciadamente, no disfrutan de esas ventajas. Por esto, la fuerza colectiva del sindicato no debe olvidar este factor.
Todavía debemos convencernos de que los individuos más capaces, más honestos, constitu­yen las fuerzas más efectivas. El sindicato que logre formar el mayor número de individuos capacitados y moralizados hasta el más alto grado posible y siempre en progresión, será el que avance más en el terreno de las conquistas efectivas, el que se acerque más pronto a la socializa­ción de los instrumentos de trabajo, a la abolición de la esclavitud disfrazada con el nombre de salario. No se trata de meros sentimentalismos, ni de una moral de sacristía, inadmisible para nosotros. ¿Se han tomado en cuenta estos factores en el transcurso del pasado? ¿Se necesitará tomarlos en cuenta para hoy y en adelante?
El valor debe ser real para que ejerza influencia efectiva y permanente. La fuerza, si es efecti­va, produce el resultado que se busca con su aplicación. Un sindicato no triunfará en una acción emprendida, si para el objetivo que se propone no tiene la “fuerza adecuada”, moral y material a la vez. Si examinamos el valor de esta expresión, la encontraremos exacta a la verdad.
La Federación no solamente debe ser también la fuerza que eleve el salario, sino que también la que garantice su mejoramiento progresivo, primero; y su desaparición después.
No resultará efectivo el aumento del salario si los obreros no asociados se conforman con salarios inferiores, y si el sindicato no exige para todos un igual salario e igualmente exige la asociación de todos. Por esto de día en día, nuestras proyecciones futuras deben basarse en exactitudes, en hechos concretos, desde todo punto de vista.
Tomemos un ejemplo: Un sindicato que —sub-dividido en los grupos que la industria obligue— cuente con un número de cotizantes equivalente al 80 por ciento del total de obreros que trabajan en ese rubro, cuya preparación moral y educativa esté en relación con lo antedi­cho y que su potencia se revele:
por su correcta administración, vista y fiscalizada por todos sus componentes;
por la numerosa concurrencia a todos los actos realizados constantemente;
por sus producciones intelectuales, manifestadas en conferencias, periódicos y folletos;
por el movimiento de su biblioteca;
por las conquistas realizadas;
por su moral dominante;
por las mejores relaciones que tenga con sindicatos de la misma industria en los pueblos vecinos y lejanos, y por sus relaciones con los sindicatos de otras industrias.
Un sindicato o una Federación como la nuestra, en estas condiciones tiene las probabilidades del éxito a su favor.

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