sábado, 5 de febrero de 2011

En la prisión II


El Socialista, Antofagasta 04/06/1920
EN LA PRISION
COSAS DEL TIEMPO
Donde resplandece la legalidad y justicia de nuestra causa
¡Ya puedo morir tranquilo y feliz!
No creeréis, pero es cierto, nunca me he sentido más satisfecho que en estos momentos que un nuevo proceso me priva de la libertad...
Y, ¿por qué? diréis.
Porque este proceso, en lo muy poco que ya le conozco, veo qué es la más hermosa prueba de la moral, de la justicia y de la razón que nos rodea en nuestras aspiraciones.
Nuestros perseguidores no nos pueden procesar con la verdad en la mano.
Tienen que recurrir a la mentira.
Esta es la prueba fatal de que carecen de razón y de justicia para encarcelarnos.
Hay en el proceso una parte que me acusa haber hecho un discurso, donde jamás nunca lo he hecho. Y de seguro se habrá hecho declarar a algunas personas que afirmen que oyeron mi discurso.
Y si así es todo el proceso. Si habrá más falsedades declaradas para decir que hemos cometi­do un delito donde hemos hecho un acto generoso, no cabe duda que nuestros perseguidores, y ellos mismos lo reconocerán, están perdidos en sus propósitos de anular nuestra justa acción de progreso y de perfeccionamiento social.
Ellos saciarán sus bajas pasiones, encarcelando a unos cuantos de nosotros y nos darán por vencidos, aún muertos, y, pobres insensatos que no se dan cuenta que ellos son los únicos vencidos aun con la apariencia de sus supuestos triunfos.
Para encarcelarnos necesitan mentir, porque la verdad es nuestra.
Entonces, ¿no están vencidos?
No tienen razón porque la razón es nuestra.
¿Qué habrán ganado con encarcelarnos? Un abismo de desprecios.
Sí, eso, un abismo de desprecios, es su única ganancia.
Su propósito de mantenernos en la esclavitud, de anular nuestra organización que marcha a conquistar bienestar y libertad correcta y definitiva, ese propósito de acabar con nuestra acción redentora, aun de ellos mismos; eso, no lo conseguirán jamás, y por eso es que ellos son los únicos vencidos aun cuando nos dejen encerrados en las prisiones.
Que este proceso es un complot de vencidos lo dice claramente el siguiente párrafo de un diario de Tocopilla, en que al defender al juez que el 6 de abril me puso en libertad, dice lo siguiente:
“Nosotros que creemos que se nos puede tildar de amparadores de revoltosos, puesto que sin ambages de ningún género hemos combatido la obra de los agitadores, no sólo ahora sino desde mucho tiempo atrás, hemos comprendido que el ataque injusto que el corresponsal de Antofa­gasta hace al juez de Tocopilla, NO ES OTRA COSA QUE LA MANIFESTACION ELOCUEN­TE DE QUE EN LA CABECERA DE LA PROVINCIA SE DESEA A TODA COSTA SACAR LA CASTAÑA CON LA MANO DEL GATO, ES DECIR, QUE SEA AQUI EN TOCOPILLA DONDE APAREZCA.
El que ha de quitarles
DE EN MEDIO AL PREDICADOR SUBVERSIVO que opera como señor absoluto en la capital de la provincia, y NO SE ATREVEN A HACERLE NADA.
Allí publica un diario que más perjuicios ha causado y sigue causando a los obreros y TODA­VIA NO HAN ENCONTRADO la manera de ANULAR esa publicación ni la obra del agitador y sus satélites.
Antes de desprestigiar las autoridades y hablar sin conocer los hechos, SE DEBE OBRAR DE COMUN ACUERDO que es lo que se necesita en la época porque atravesamos”.
Así habló el San Pablo de Tocopilla.
Por eso repito, compañeros y compañeras. ¡Ya puedo morir tranquilo y feliz!
Nuestros enemigos nos reconocen sanos, honrados, tranquilos, respetuosos a la ley y ven que por eso no pueden impedir nuestra patriótica obra ni atajar nuestra perseverante acción.
Como ellos no quieren que el pueblo progrese y creen que necesitan anular nuestra obra, no pudiendo hacerlo a la buena, lo hacen a la mala, y recurren a fabricar discursos y quien sabe qué otras declaraciones.
Seguimos triunfando, porque la verdad es lo único que triunfa.
¡Lo falso es siempre vencido!
La sinrazón de nuestros perseguidores se desploma estrepitosamente en este proceso.
Ya puedo morir feliz y tranquilo, porque mis gratuitos enemigos me confiesan mi honestidad intachable.
Luis E. Recabarren S.
Tocopilla, mayo de 1920

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